VEINTISIETE ABUELOS SON DEMASIADOS

Alex ha suspendido inglés a final de curso y como castigo se tiene que quedar en el pueblo de sus abuelos todo el verano sin salir de vacaciones. A su llegada, se queda sorprendido porque por la calle no encuentra más que personas mayores que o le invitan a tomar algo o le encargan que les ayude a hacer alguna cosa. Ni siquiera cuando acude a la piscina municipal tropieza con nadie de su edad, lo que le lleva a sentirse alarmado, hasta pensar incluso en un secuestro colectivo. La obra narra en tono humorístico los pormenores de ese día, en que al ser el único nieto del pueblo, todos los abuelos le trataron como si lo fuera de cada uno de ellos. De manera inesperada, el protagonista se ve ordeñando una cabra, dando tinte a una cabellera canosa o cargando paja en las alforjas de un burro sobre el que luego tiene que ir montado. Todas estas nuevas experiencias le resultan un tanto abrumadoras y sobre todo le impiden estudiar inglés como quería su madre pero al mismo tiempo también se divierte y el día termina felizmente cuando descubre donde han estado los demás niños del lugar y se reencuentra con ellos. La autora contrasta de modo ingenioso la vida rural con la educación urbana de Alex detallando ventajas e inconvenientes de ambas de modo divertido y equilibrado. Bien escrita, con estilo muy coloquial, enmarcado en una ambientación con mucho sabor local y animada por personajes simpáticos, esta historia ha merecido ganar en 2013 el concurso de narrativa infantil Ciudad de Ibi.

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