BIBLIOTECAS IMAGINARIAS

Es un libro que interesa y atrapa desde la primera línea. Se organiza en cuarenta y tres capítulos cortos que, a modo de pinceladas breves, conforman la impresión final. Sin atenerse a un orden cronológico ni geográfico, las pequeñas historias de las bibliotecas y de los amantes de los libros van conformando una sugerente y atractiva imagen de la escritura y de sus soportes, los libros: guardianes y transmisores del saber y de la felicidad.
Aparecen bibliotecas famosas como la de Alejandría, Asurbanipal o los Archivos del Vaticano, junto a pequeñas pero sabrosas bibliotecas particulares como la del oculista de Córdoba, Muhammad Al-Gafequi, o la de Nanda Rai, en Benarés, a orillas del Ganges. El descubrimiento fortuito de los códices con códigos astronómicos en el Yucatán o los manuscritos de los esenios en el Mar Muerto. O el asalto y destrucción del Palacio de Verano del emperador de China a mano de franceses e ingleses. En fin, todo un periplo por la historia real o ficticia, de libros y lectores de Oriente y Occidente.
Ante todo, es un acto de amor por los libros y por sus lectores. Más que un lamento por las bibliotecas perdidas, reales o imaginarias, se ensalza a los que supieron amar los libros; con conciencia de que, en esos papiros, tablillas o cueros, se contenían las palabras que retenían el saber de la humanidad.
El libro, de gran riqueza verbal, se lee con agrado gracias a un estilo culto y sencillo a la vez, que logra hacer invisible al autor y el lector queda atrapado gracias al “tempo” lento de la narración. La sucesión de capítulos breves y los saltos temporales y geográficos transmiten la idea de que civilización y barbarie van de la mano en todas las épocas y en todas las culturas. Lectura que transmite paz porque, sin aspavientos ni moralinas, acepta la realidad de hechos históricos y de personas, en su grandeza y en sus miserias.

TROA