CARRETERAS SECUNDARIAS

En 1974, un hombre viudo y su hijo adolescente llevan una vida errante en un Citroën Tiburón que, junto con un televisor portátil, es lo único que poseen. Sus medios de vida, siempre rondando la delincuencia, les llevan de un lado a otro, en una continua huida, entre mentiras y contradicciones.
El autor ha plasmado en esta novela el pensamiento espontáneo y vivaz del narrador, un chico de 15 años que vive, durante el año largo que dura la acción, un proceso físico y moral de maduración. El padre, médico forense inhabilitado por prevaricación, tiene un orgullo que le conduce a mentir y a desarraigarse, y un peculiar sentido de la dignidad. El hijo, que lo critica interiormente y se avergüenza de él, termina sintiendo una compasión que lo une a él y lo respeta. En su paso a la madurez el descubrimiento del sexo por parte del adolescente da lugar a varias referencias a conductas inmorales. Las referencias a un colegio de religiosos contribuyen a ridiculizar este tipo de educación. En medio de todo esto, episodios de estafas y de amoríos efímeros, narrados con un estilo coloquial y ágil, no exento de términos malsonantes, conforman una visión irónica, tierna y amarga a la vez, con toques de humor, en unos personajes que bordean la tragedia. La obra adquiere fuerza narrativa paulatinamente y capta la atención del lector.
Late en la novela un fondo de desesperanza ante unas ilusiones que no llegan a buen término y unos sentimientos de culpabilidad o vergüenza que no se resuelven en nada; sin embargo, el autor no saca conclusiones.

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