CASA DE TINTA

“El mayor de los tesoros, la vida, está desenterrado. Y sin embargo, qué pocos lo encuentran. (…) Cada nuevo día es un icono ante el que debemos encender la vela del asombro”. Estas dos reflexiones del escritor granadino Jesús Montiel son el leitmotiv de su última obra, Casa de tinta (Hiperión, 2019), una breve joya en prosa poética fragmentaria que canta con gran sencillez y admiración a la vida, ahonda en el misterio de la existencia conjugando alegría y gratitud y eleva a la plenitud lo insignificante que rodea nuestro día a día: “un instante dura muchos recuerdos.”
Como un “chatarrero de Dios” en la Tierra -así se declara el autor-, Montiel ennoblece y elogia con su literatura todo “aquello que este mundo juzga innecesario o menos urgente que sus asuntos”, al igual que Emily Dickinson, Robert Walser, Eloy Sánchez Rosillo, Wislawa Szymborska, Fabrice Hadjadj, Rachel Carson o Christian Bobin: un árbol, un paseo, un pájaro, un abrazo, un recuerdo, una nube o la perfección de una persona Down son algunos de los milagros que se encuentra. Pero también reflexiona sobre la enfermedad, la muerte, Dios, la fe, el tiempo, la escritura, la vocación, la poesía, la lectura, el amor, la familia, el sufrimiento, la naturaleza, la sociedad actual, las redes sociales, la literatura del espectáculo, la vida del escritor, el mundo editorial y la importancia de la lentitud y la contemplación en la sociedad de la urgencia: instantes de su biografía.
Este es el décimo libro de un poeta que auxilia con su mirada al zozobrante hombre posmoderno recordándole su primigenia condición de homo contemplativus: Placer adámico (2012), Díptico otoñal (2012), Insectario (2013), La puerta entornada (2015), Memoria del pájaro (2016), Notas a pie de instante (2018), Sucederá la flor (2018), El amén de los árboles (2019), Señor de las periferias (2019) y el que hoy nos ocupa son diez invitaciones a trascender la costumbre y maravillarnos del milagro de ser ciertos.

Pablo Ortiz