CAUTERIO

Cauterio es un libro magnífico. Narrado en primera persona, cuenta dos historias paralelas en momentos históricos diferentes. A lo largo de 21 capítulos encabezados por el nombre de las dos protagonistas, Pilar y Deborah, el lector se sitúa en el momento histórico y en lugar concreto que también contiene el título: Madrid y Barcelona 2014 para Pilar, Londres y Salem para Deborah Moody a partir de 1639, fecha en la que huye de Londres hacia el nuevo mundo.
Barcelona y Salem, 2014 y el siglo XVII son espacios y tiempos muy lejanos, pero Lijtmaer maneja el proceso narrativo con absoluta maestría. Pilar y Deborah se complementan aunque sólo al final de la novela sabremos exactamente su punto de unión. El amor es la materia común, lo que comparten las dos mujeres, pero en su expresión más dolorosa. La frustración de la maternidad, el abandono del novio-marido y la deslealtad. El sufrimiento amoroso tiene imágenes muy específicas, a veces desagradables: la sangre, el olor de la materia muerta, el agua cubriendo los cuerpos ahogados, el sabor de la tierra...
La trayectoria vital de Pilar es tortuosa. Con 30 años y tras perder al amor de su vida, es una mujer deprimida, hastiada del amor humano, con unos deseos de venganza hacia su antiguo novio que acaban conduciéndola a pensamientos suicidas y apocalípticos. Ese hombre es posesivo y maltratador, cuestión que Pilar tarda en reconocer. Todos sus miedos, todas sus fobias encuentran salida en distintas relaciones sexuales descontroladas cuya descripción va encajando en la construcción del personaje.
Deborah pertenece a la realidad. Emigró a Salem tras la muerte de su esposo y una maternidad fallida. El nacimiento del hijo muerto (la descripción del parto es sobrecogedora) provoca en el esposo una violenta reacción contra ella. Deborah se sobrepone y acoge al hijo bastardo, huyendo al nuevo mundo. Es una mujer de fe profunda, y en Salem conoce a Anne Hutchinson; juntas emprenden un movimiento de conciliación entre gracia y predestinación, lo cual condena a muerte a Anne junto a ocho de sus hijos, acusada de brujería. Deborah es una mujer inteligente y calculadora, y a pesar de los conflictos que la enfrentan con un dios intolerante, radical y justiciero, vuelve a escapar de Salem tras ser advertida por el reverendo del juicio contra su amiga. Deborah, en íntimo diálogo con su dios-padre, ve su fe disminuida.
En el capítulo final la autora da un salto narrativo, hasta cierto punto inesperado, uniendo la vida de las dos mujeres a través de la reencarnación.
La novela es una gran obra narrativa construida a la perfección sobre dos personajes, uno real, otro de ficción, que hablan por igual al lector de las consecuencias del desamor, la maternidad negada, la construcción de la identidad propia o la lucha por un criterio individual, sobre todo en el caso de Deborah. Aparece ante nuestros ojos una Barcelona preciosista, delicada en todos y cada uno de sus detalles. Las líneas descriptivas de cada personaje tienen la dimensión exacta para que el lector pueda comprenderlos con total profundidad.
Cauterio tiene numerosas alusiones al sexo, en bastantes ocasiones separado del sentimiento amoroso. La visión de Dios resulta distorsionada puesto que procede de un dios de inspiración protestante. Una obra minoritaria, para buenos lectores.

Isabel Rincón