CEMENTERIO DE LAS HESPÉRIDES

La escritora británica Lindsey Davis (Birmingham, 1949) conocida por el éxito de la serie que protagoniza Marco Didio Falco, detective romano del siglo I d. C. narra en su novela El Cementerio de las Hespérides las renovadas técnicas de investigación de su hija Flavia Albia que ha substituido a su padre, ya anciano, en la lucha contra el crimen.
A punto de formalizar el enlace matrimonial con su novio, el edil y empresario Manlio Festo, se ve forzada a intervenir en la resolución de un caso que afecta al buen nombre de su futuro marido. Contratado Manlio para reformar una antigua taberna llamada El Jardín de las Hespérides, al levantar el suelo del patio central aparecen varios esqueletos humanos con muestras evidentes de haber sufrido una muerte violenta. Albia decide ocuparse de lo que a todas luces se revela como un crimen colectivo, que habría permanecido indefinidamente oculto de no haberse realizado los trabajos de rehabilitación del edificio. La joven no tarda en descubrir que uno de los cadáveres, perteneciente a una mujer, podría corresponder a Rufia, conocida “moza de taberna” y gobernanta del negocio, que desapareció sin dejar rastro hacía muchos años. La identidad del resto las víctimas resultaba más difícil de establecer, debido al tiempo transcurrido y a la falta de datos sobre los motivos de su presencia en la taberna. Para avanzar en sus pesquisas, Albia interroga a los vecinos del barrio y clientes habituales del Jardín de las Hespérides, que se niegan a colaborar con el pretexto de haber olvidado los detalles de unos hechos tan lejanos en los que, según declaraban, no habían tomado parte. Las personas más ancianas y algunas mujeres ya retiradas del negocio de la prostitución, facilitan pistas que muestran la sórdida realidad del vicio organizado que, en los bajos fondos de Roma, permitía la explotación de esclavas al servicio de numerosos clientes de las clases altas. Albia, que alterna los preparativos de su boda con las gestiones para resolver el caso sufre, a medida que avanzan las investigaciones, la persecución de matones y criminales dispuestos a impedir el esclarecimiento de los turbios sucesos del Jardín de las Hespérides en los que tomaron parte activa. Como en la serie anterior, del policía Didio Falco, las descripciones de las costumbres y ambientes de la Roma del emperador Domiciano en el año 89 d.C. ocupan destacado papel en el relato, al tiempo que muestran la capacidad de la autora para describir con sentido del humor y cuidada prosa la mentalidad de unos personajes cuyos defectos y virtudes perviven con los mismos rasgos a través de los siglos. Ciertas referencias a la inmoralidad de un mundo todavía paganizado, carente de valores humanos y que aceptaba con normalidad la explotación sexual y las prácticas abortivas, pueden afectar la sensibilidad del lector que desconozca la sociedad romanan de esa época.

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