CHICO ZIGZAG

Un chico judío, a punto de cumplir los trece años, viaja en tren a Haifa para pasar unas horas en casa de un tío suyo, prestigioso pedagogo, que lo preparará para la ceremonia hebrea del Bar-Mitzvá. En el mismo tren se encuentra con un viejo y excéntrico estafador, que entabla amistad con el niño y le revela relaciones inesperadas.
Grossman (Jerusalén,1954) usa con talento y habilidad la perspectiva de un adolescente que relata, en primera persona y mediante el rico y variado ropaje externo de una serie de peripecias, el trayecto interior del protagonista durante los tres días que dura la acción de la novela. Pasa del desconcierto, de ser un muchacho ávido de maravillas y, a la vez, ignorante de la razón de los sucesos que le rodean, a conocer una serie de verdades que son el comienzo de la edad adulta y le introducen en la realidad. El tono de humor, la agilidad del estilo, no exento de complejidad, la fantasía y lo cotidiano se aúnan para crear un clima y unos personajes con fuerza propia; además, salen prácticamente indemnes de los tropiezos de casi cualquier vivir.
El autor se plantea unos horizontes ambiciosos: tras la ceremonia hebrea, que introduce en la edad de la responsabilidad religiosa, se esconde un viaje interior, lleno de meandros, como avisa el título, hacia la propia identidad. Trata también de la aceptación de las personas y de la familia, y de reconciliarse con el pasado. Hay un cierto pesimismo, apenas entrevisto, en afirmaciones como que la vida "no es más que un poco de luz entre dos oscuridades".

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