CIUDAD DE LAS NUBES

Anthony Doerr, ganador del Premio Pulitzer en 2015, se adentra de nuevo en una historia donde ficción, imaginación y acontecimientos históricos van de la mano. Varios son los personajes que protagonizan Ciudad de las nubes y que, como en otras novelas del autor, confluirán de una u otra manera hacia un destino común a pesar de la distancia y el tiempo.
Konstance es una niña de catorce años de finales del siglo XXI que viaja en una nave espacial con sus padres y otros tripulantes que han podido salvarse de una Tierra apocalíptica. Todo lo que le rodea es virtual y no conoce otra realidad que la que habita y aquello que puede encontrar en la biblioteca de la nave. Zeno, es un octogenario, que vive en la época actual en la pequeña población de Lakeport, en Idaho, aficionado a las traducciones de textos griegos desde que, siendo combatiente en la guerra de Corea, le enseñara a hacerlo un compañero de prisión del que se enamoraría, descubriendo una tendencia homosexual que ya intuía. En esa misma localidad vive Seymor, un muchacho con síndrome de asperger que no duda en unirse a un grupo terrorista para evitar que las inmobiliarias arruinen la Naturaleza. Anna, una niña huérfana, inteligente y despierta, vive en Constantinopla en el siglo XV cuando las recias murallas de la ciudad están a punto de caer a manos de los sarracenos con un poderoso ejército en el que va forzosamente reclutado Omar, un niño musulmán de su misma edad. Los cinco tienen en común el haber poseído el manuscrito, o una copia, de “La ciudad de los cucos y las nubes” del autor griego Antonio Diógenes.
Todos los personajes viven en la adversidad, todos aparentemente son débiles, cobardes, incapaces de ninguna heroicidad, huérfanos, pero que no se rinden y buscan respuestas que posiblemente podrían encontrar en un pequeño libro escrito para una niña moribunda muchos siglos atrás.
Anthony Doerr maneja bien el puzle de lugares y tiempos. El lenguaje sencillo y ameno facilita la lectura, pero crea unos personajes demasiado estereotipados que restan valor literario a la novela. La sexualidad de Zeno, el síndrome de asperger de Seymor, los clérigos ambiciosos o los cristianos supersticiosos de finales de la Edad Media, etc., son lugares comunes que no añaden interés a la novela.

Encarnita Herraiz