CONSUELO DE LA FILOSOFÍA

Acantilado acostumbra de vez en cuando a ofrecer versiones impecables de los clásicos. Lo hizo con la Divina Comedia. Ahora le toca el turno a este libro de Boecio, un personaje determinante de la historia de la filosofía, pero extrañamente desconocido. Consuelo de la filosofía es un libro indicado no para quien tenga interés en la reflexión, sino para quien quiera profundizar sobre la vida: un texto canónico en el ámbito de las humanidades que toda persona que quiera poseer cultura debería leer.
Como se sabe, Boecio fue senador y consultor de Teodosio: uno de los últimos romanos. Al situarse en el cambio de época, su obra es la que permite que la Edad Media reciba en herencia toda la filosofía clásica. Por supuesto complot contra el Emperador, se le encierra en la cárcel. Allí, apenado y preguntándose por su mala suerte, escribe uno de los textos filosóficos y literarios más deslumbrantes de la cultura occidental. Basta para darse cuenta de su relevancia consultar las veces que un sabio, como Santo Tomás de Aquino, se refiere al Consuelo en la Suma Teológica.
Con resonancias platónicas, Boecio se imagina un delicioso diálogo con la filosofía, en la que esta paulatinamente le revela la falsedad de las apariencias, dónde se halla la verdadera sabiduría, Dios, y la decepción que queda en el hombre cuando cifra la felicidad en la riqueza, el placer o la fama. No estamos tan lejos de Boecio como suponemos. También el lector de hoy puede aprender a poner en duda leyendo esta obra lo que le ofrece el consumo, la moda o las redes sociales.
Además de esta vertiente más práctica, que permite leer el diálogo como una magnífica e imborrable lección sobre la vida, hay numerosas contribuciones teóricas. Admira la rigurosidad argumentativa de Boecio y sobresale la fidelidad a la razón frente a la verbosidad vacía de la filosofía actual. La parte dedicada a explicar la compatibilidad entre providencia y libertad humana es brillante. Quien quiera profundizar de verdad, hará bien en aproximarse y leer y releer estas páginas auténticamente sublimes, sobre todo sabiendo que a Boecio le esperaba la muerte.

TROA