CUATRO MENDRUGOS DE PAN

Magda Hollander-Lafon judía húngara nacida en 1927, ingresó en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, junto con su madre y hermana menor, en marzo de 1944. De las tres fue la única no enviada directamente a la cámara de gas sino destinada a trabajos forzados y sometida a inhumanas condiciones de vida. Poco tiempo después cumplidos ya diecisiete años, en abril de 1945, consumada la derrota de Alemania fue liberada por soldados del ejército norteamericano y trasladada a un centro de tránsito junto a otras cuatro compañeras de cautiverio en el mismo campo. Desde allí gracias a la protección de un rabino, se instalaron en una casa de reposo para que recuperar las fuerzas y la salud. Dado que en Hungría no quedaba ningún miembro de su familia, Magda se negó a regresar a su país y se estableció en Bélgica donde estudió Psicología infantil y después fijó su residencia definitivamente en Francia. Cuatro mendrugos de pan narra su experiencia en Auschwitz y su posterior recuperación emocional, conseguida gracias a su dedicación profesional a los niños con problemas psicológicos, a haber logrado la estabilidad conyugal y familiar y al consuelo de la religión.
La obra consta de dos partes, la primera de las cuales, titulada Los caminos del tiempo, escrita en 1977, evoca los sufrimientos, humillaciones, miseria y miedo que hubo de soportar en el tiempo que permaneció prisionera para dar testimonio de una realidad de inimaginable maldad cuya existencia entonces y ahora resulta difícil de admitir. En capítulos breves como cuadros vivos narra, siempre en primera persona, escenas de brutalidad inhumana en términos incisivos pero formalmente discretos. Intercalados con ellas aparecen momentos de ternura, como la suave caricia de un perro guardián, la ayuda desinteresada de una prisionera moribunda que le cede sus mendrugos de pan seco y mohoso que le permitieron sobrevivir y el socorro que a escondidas le prestó un vigilante movido por sentimientos humanitarios. Algunos breves poemas completan esta rememoración donde se refleja lo peor y lo mejor del alma, tanto de las presas como de sus verdugos en unos términos de notable calidad literaria, tanto técnica como de estilo. La segunda parte, De las tinieblas a la alegría, contiene una reflexión, elaborada según el mismo esquema de capítulos breves y poemas sencillos, sobre el camino de reconstrucción interior seguido por la autora para volver a alcanzar la paz y el sentido de la vida. En esta trayectoria destaca la importancia que se atribuye al descubrimiento de la existencia de Dios, inspirada en principios cristianos, partiendo de un desconocimiento total de la fe judía de sus antepasados.

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