- Editorial: EDICIONES ENCUENTRO
- Año de edición: 2013
- Materia: Ensayos
- ISBN: 978-84-9920-183-2
- Páginas: 200
- Encuadernación: Rústica
- Colección: Filosofía
- Idioma: Español
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La frialdad del razonamiento filosófico no parece lo más adecuado para abordar un tema tan profundamente humano como el deseo y el amor, en el que la razón no puede decirlo todo. Por este motivo Llano, filósofo de profesión, busca un interlocutor para contrastar sus ideas y así hacerlas más claras y más fluido su discurso. Y mira hacia la literatura y se fija en Marcel Proust, pues los nada menos que siete tomos de su novela cumbre, En busca del tiempo perdido, no tratan sino precisamente del deseo y el amor.
Proust fascina, pero su confesado deseo de un gran amor resulta ser una tragedia. No se trata solo de que el protagonista fracase, sino de que está abocado a fracasar. Es la tragedia de un deseo -¿y un amor
?- que sufre tanto la ansiedad de la ausencia como el tedio de la presencia, y se ve irremisiblemente carcomido por unos celos inevitables. Llano se da cuenta de que verse envuelto en el deseo impide la empatía, de ahí que no pueda comprender al otro, y se cierre así la puerta del amor.
Entonces, ¿cómo encajar el deseo con el amor?. Se pueden desear muchas cosas, pero el deseo de las cosas aquí es irrelevante. Lo que importa es el deseo hacia las personas. Y en este punto encontramos la gran aportación de este libro, que ya estaba apuntada de pasada, eso sí- en Tomás de Aquino, pero que su autor confiesa como un descubrimiento del que no era consciente al empezarlo: que el deseo noble del otro, el que es compatible con el amor y se integra en él, es precisamente el que nace del amor. Éste debe ser el camino, y no el inverso: el amor no nace, no puede nacer, del deseo. Proust lo intenta, buscando sublimar hasta las más recónditas esquinas del deseo, pero fracasa porque no puede triunfar. No es en el deseo del otro donde hay que buscar, sino en el otro mismo. En busca del tiempo perdido es, ello mismo, el último refugio de Proust. Es en el arte donde busca trascender la vía muerta del deseo, y eso le produce una euforia. Pero en este caso tiene algo de escapismo, de refugiarse en un mundo imaginario, y por eso tampoco es la solución. No deja de ser significativo que, en una novela tan larga y tan movida por un anhelo de trascendencia, no se mencione ni una sola vez la palabra con que Llano termina su ensayo, y que designa el Amor en sí mismo: Dios.
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