DIOS. LA CIENCIA. LAS PRUEBAS

Estamos ante un libro escrito de forma colectiva que reivindica la racionalidad de la fe. Para ello,
emplea una doble argumentación, en primer lugar acude a los datos aportados por la más reciente
ciencia y, por otro, aprovecha la forma de razonar de la filosofía. En conjunto, se puede decir que la
obra es ciertamente reseñable: se aprende mucho y a pesar de introducirse por el derrotero de la
ciencia, está escrita en un tono divulgativo de muy fácil comprensión. Puede asustar un poco su
volumen, pero en realidad se lee de un tirón.
Desde un punto de vista científico, los autores explican que el universo no puede ser eterno; para ello,
recurren tanto a la teoría del Big Bang como a la segunda ley de la termodinámica, según la cual el
universo se expande y se enfría, de modo que tiene un final. Por decirlo de un modo sencillo, lo que
hacen los autores es actualizar la vía de la causalidad tomista pero apelando a los datos de la ciencia.
Al mismo tiempo, muestran la inadecuación de las teorías alternativas y la mentalidad materialista -
poco científica, a fin de cuentas- de gran parte de las corrientes actuales. Es sumamente importante su
explicación del principio antrópico, aunque no defiende de modo explícito el creacionismo.
Una vez establecidos los datos científicos en apoyo de una visión teísta, abordan otras cuestiones: entre
ellas, los milagros y, concretamente, lo que pasó en Fátima, un fenómeno sobrenatural al que la ciencia
no puede responder.

Escrito con un estilo apasionado, que a veces puede retraer, justamente ese modo proporciona a la
exposición una dosis de viveza y luminosidad que hace más clara y amena la lectura. El libro no tiene
reparo alguno y se trata de una obra que puede ayudar al creyente a dar más razón de su ser, porque le
proporcionará argumentos racionales y científicos, también válidos para los no creyentes.
La edición española añade un interesante prólogo de Mª Elvira Roca Barea.

TROA