DIOS NO VIVE EN LA HABANA

Yasmina Khadra en su novela Dios no vive en la Habana narra la triste situación de un cantante mestizo de música ligera que, después de treinta y cinco años de actuaciones en cabarets y salas de fiestas de la capital de Cuba, se queda sin trabajo porque el café donde lleva largo tiempo cantando va a ser vendido por las autoridades castristas que lo controlan para su privatización. Desolado, vagabundea por su ciudad natal, de donde no quiere alejarse, en una inútil búsqueda de un empresario que pudiera ofrecerle un contrato.
La pequeña gran tragedia de un hombre para quien cantar es vivir pero que tiene que rendirse a la evidencia de que su tiempo ha pasado, está contada en unos términos sentimentales que evocan las letras de los boleros que dieron fama a la música cubana a mediados del siglo XX. La trama se enmarca en un cuadro ambiental que refleja la vida miserable y sin esperanza de la población cubana varias décadas después de que la revolución de 1959 instaurara una férrea dictadura marxista en la isla. La bebida es la única posibilidad de evasión en un país donde nadie es libre de viajar al extranjero y los amigos y parientes que apenas logran mantenerse a nivel de supervivencia, poco pueden hacer para ayudar a otros. El autor refleja una sociedad económicamente deprimida, carente de casi todo en el aspecto material pero vitalista y capaz de compensar con música gran parte de sus penas. El músico, sexagenario, divorciado y padre de dos hijos ya mayores se enamora de una joven sin hogar, recién llegada del campo, la protege y cuida al encontrarla en la calle. Con ella experimenta por breve tiempo el renacer de una nueva ilusión que le da las fuerzas necesarias para asumir, cuando la joven desaparece, una situación acorde con su edad y los cambios de gustos y modas que impone el paso del tiempo. La obra, desde el punto de vista literario, queda a un nivel bastante inferior al de otras novelas del mismo autor. El intento de penetrar en la interioridad del protagonista no va mucho más allá de ciertos tópicos localistas y su contrafigura, la joven de quien se enamora, recuerda a las heroínas de los seriales de TV hispanos. La habilidad técnica y la expresividad del estilo, rasgos que han caracterizado la anterior producción del autor, se manifiestan también en estas páginas, aunque pierden vigor al estar al servicio de un entorno novelístico donde el autor no logra desenvolverse con la soltura que lo ha hecho en otras ocasiones. En un contexto social materialista, ajeno a normas morales y religiosas la permisividad sexual queda implícita aunque no se detalle en exceso.

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