EL ALFABETO ALADO

Quienes busquen en literatura algo no acostumbrado, breve y bello (en las antípodas de los best-sellers anodinos y obvios) harán bien en leer El alfabeto alado, de Mario Satz (Buenos Aires, 1944). Son cuarenta y siete anotaciones, algunas de ellas relatos cortos, con un trasfondo a veces histórico o simbólico. Pero todas tienen como protagonista a una especie de mariposa o a una mariposa genérica.
Está, como era de esperar, el cuento del filósofo Chuang Tzu que soñaba que era una mariposa que soñaba que era Chuang Tzu. Y siempre con una prosa limpia, con aciertos insólitos, es decir, con poesía.
A veces el relato termina con una enseñanza ofrecida a la imaginación. Como en este caso: “La hermosura está en el mundo para alar nuestros pies, no para apresar nuestros pasos”. O en este: “Morir es un secreto que se revela”. Sobre una especie de mariposa, las Kallimas, que se mimetiza alternativamente en hojas secas o en suelo: “detente en el hallazgo y tus enemigos no tardarán en descubrir la comodidad de tus hábitos. Recompone una y otra vez tu destino, y pasarán sin molestarte delante de tus talentos y debilidades para alegría y silencio de tus horas”. O finalmente: “La mariposa vio la sonrisa del hombre y comprendió que también esa curvatura formaba parte de la antigua belleza abandonada”.
Late en todo el libro la admiración por la efímera belleza de las mariposas, en su breve destino de poner colores en el aire.

Rafael Gómez