EL ALQUIMISTA DEL TIEMPO

José Guadalajara presenta esta novela de fondo histórico cuya acción, situada en el año 1292, protagonizan tres personajes en torno a los cuales se articulan otras tantas historias que se alternan en episodios, lugares y ambientes diversos.
En primer lugar, se narran las imaginarias aventuras del joven noble, Jorge Rudelia, que aún convaleciente en Sevilla de las heridas recibidas en las guerras de Sancho IV de Castilla (1258-1295) contra el Islam, decide emprender viaje a Roma, en busca del amor de una hermosa dama. Se trataba conquistar los favores de Nicoletta di Fiori, considerada, en palabras de un comerciante italiano de Sevilla, como “la mujer más bella del mundo”. En segundo término, se narran las peripecias curiosas de un tal maese Cerebruno, astrólogo, matemático y diseñador de un reloj mecánico, necesitado del consejo de un viejo alquimista romano para finalizar con éxito su ingenio. El tercer relato cuenta las gestiones del dominico fray Pietro encargado de gestionar la dispensa del Papa necesaria para legalizar el matrimonio de Sancho IV con su pariente doña María de Molina (1264-1321). El encargo, de extrema gravedad, se llegó a complicar debido a la inesperada muerte del Papa Nicolás IV (1227-1292) y a la incierta elección del sucesor. Las tres historias, cada una de ellas con su propio argumento, personajes y ambientes, llegan a coincidir en el tiempo, año 1292, y lugares, las ciudades de Sevilla y Roma, con variada suerte y desigual desenlace. Los hechos narrados sirven de pretexto para trazar un cuadro colorista y atractivo de los años finales del s. XIII en Europa, cuando ya en Italia despuntaban los inicios del Renacimiento mientras en España la conquista de la plaza de Tarifa, marcaba el declinar del poderío musulmán en la Península. El novelista José Guadalajara describe las circunstancias y situaciones de los tres relatos con lenguaje actual aunque conserva en los diálogos las formas expresivas y coloquiales propias del castellano e italiano de la época. Las referencias excesivamente realistas y sin matizar de forma adecuada, a las a costumbres licenciosas de los nobles o prácticas corruptas atribuidas a clérigos y religiosos pueden confundir a lectores poco formados.

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