EL ARPA DE DAVITA

Chaim Potok (1929-2002), hijo de judíos polacos emigrados a Estados Unidos, nació en el neoyorquino barrio del Bronx; fue rabino y estudió literatura hebrea. Autor de conocidas novelas como Los elegidos (1967), La Promesa (1969), o Mi nombre es Asher Lev (1972). En ellas, como en El arpa de Davita (1985), recrea las comunidades judías en los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo veinte. Con un eco autobiográfico, Potok retrata lo que ha sido su entorno: familias judías que viven y trabajan en Norteamérica, pero que conservan su religión, con ritos y costumbres que no quieren perder. Los protagonistas suelen ser adolescentes que amanecen a la vida en el gran país americano, pero sienten también la fuerza de la tradición judía. Quien haya leído Los elegidos recordará la amistad entre Reuven y David, pero también el ambiente de los judíos ortodoxos, que estudian desde niños el Talmud, acuden a escuelas hebraicas y hablan yidis. Es el ambiente de esta novela, que aporta como novedad un plano político.
Davita es una niña hija de dos izquierdistas neoyorquinos. El padre, norteamericano, procede de una rica familia protestante, los Chandal, con la que rompe para ir a Nueva York a trabajar como periodista. Allí conoce a una joven judía de origen polaco con la que se casa. Los dos están comprometidos con movimientos antifascistas. Davita oye desde su habitación discusiones, los alegatos de su padre o los comentarios de su madre. Marcan su infancia palabras como fascismo, comunismo, guerras y bombas.. Y pregunta, pregunta aunque no siempre su madre le da razones que ella entienda. Con frecuencia tienen que cambiar de domicilio pero siempre estará tras la puerta de entrada un arpa pequeña que suena cuando entra o sale alguien.
Potok construye sobre el entramado de esta familia una novela bien diseñada en la que se reflejan esos años convulsos. Davita relata la vida familiar sacudida por noticias como los avances de Hitler, su compromiso con Mussolini y Franco, o la fuerza de Stalin. Pero centran su atención en España cuya situación les preocupa. Su padre se va como corresponsal para cubrir la guerra española y Davita aprende nuevos nombres como Madrid, Barcelona o Bilbao. Potok es buen narrador y al igual que traslada al lector al ambiente bélico europeo, o al bombardeo de Bilbao, lo introduce en la familia de Davita con un padre efusivo que la abraza y una madre menos expresiva pero que le enseña el significado de las palabras y de la vida. También los Chandal son amigos de las familias judías vecinas que hacen sentir a Davita el atractivo de los salmos y los cantos judíos que despiertan su interés por esa religión que fue la de su madre.
Davita comienza a ir a la sinagoga y consigue estudiar en un colegio hebreo. Su madre, pasado el tiempo, y en momentos de dolor, volverá a la sinagoga para rezar por su marido. Potock, como en sus otras novelas, hace un relato cálido, sin tomar partido ni en el plano político ni en el religioso. Perfila sus personajes como personas dignas de aprecio, sin elogios ni condenas; el padre de Davita es hombre integro y leal; el tío Jakob es un hombre con una estela de simpatía y cordura; el rabino Sr. Dinn procura ayudar a todos y es un hombre de bien, al igual que su hijo David.

Carmen Juste