EL BIGOTE

El protagonista del relato, un joven arquitecto residente en París, decide afeitarse el bigote que ha estado durante diez años adornando su boca, para darle una sorpresa a su mujer. Al salir del baño observa, con asombro, que ella no parece extrañada en absoluto, por esta novedad como tampoco el resto de los miembros de su estudio de arquitectura, ni tampoco de unos amigos que le han invitado a cenar. Cuando decide tomar la iniciativa y preguntar a unos y otros si no perciben ningún cambio en su cara, todos afirman que él nunca ha tenido bigote.
La obra, relativamente breve, expone una trama argumental impregnada de humor negro, enmarcada sobre un fondo de carácter filosófico que presenta una reflexión sobre la crisis de identidad. Algo tan trivial y poco relevante como la desaparición de un adorno facial típicamente masculino, se convierte para un profesional de éxito, casado felizmente, en algo que trastorna de modo irremediable su equilibrio mental. Al tomar conciencia de ser visto por los demás de modo distinto a cómo se percibe él mismo y notar, a medida que pasa el tiempo, que esta diferencia adquiere dimensiones abismales, su mente se inclina hacia el desconcierto primero y la locura después. Su mujer trata de mostrarse cariñosa y comprensiva con él, sus amigos y compañeros de trabajo le ayudan, pero entre él y el mundo se ha producido una ruptura irreparable. La creciente importancia del aspecto externo como factor de autoestima en la sociedad actual, sirve de base al autor para narrar, con amarga ironía, una historia cuya trama se aproxima progresivamente a la pesadilla y al absurdo hasta llegar a la desesperación. La obra, publicada en 1986, está técnicamente bien realizada y escrita con estilo sobrio y ágil que transmite con eficacia el alucinado mundo interior de un personaje que simboliza la inconsistencia espiritual de un mundo en el que apariencia es sinónimo de identidad. Una escena con una marcada carga erótica desmerece el conjunto de la obra.

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