EL CAMINO DE LOS REFUGIADOS

Irene López Alonso, parlamentaria de “Ahora Podemos”, ofrece a los lectores un conjunto de retazos literarios que describen de manera casi poética el itinerario que se ven obligados a transitar las familias sirias desde que abandonan su país hasta, si tienen suerte, su llegada a Alemania o Austria. El joven Nabil cuenta al lector en primera persona desde el momento en que parten en el coche familiar como si fueran simples turistas hasta que pasada la primera frontera su estatus torna en el de refugiados. Turquía, Lesbos, Grecia… Barrizales inhumanos, locales extremadamente pequeños donde las personas hacinadas pierden su dignidad de seres humanos, y barcas que se dirigen sin motor a rumbos inciertos. Nabil cuida de Hayat, su hermana pequeña, a la que alecciona tratando de explicarle que solamente están jugando un juego en el que gana quien llega primero al destino deseado. Al final de cada etapa deben buscar nuevas instrucciones en los carteles y aprovechar la ayuda de los duendes naranjas, manera en que llaman a los voluntarios, para comer algo de sopa y tratar de conseguir prendas de ropa. Además de hacerlo desde la inocencia de su hermana, Nabil describe el drama que viven los refugiados a través de otros miembros de su familia: un padre que debe tomar la difícil decisión de abandonar su hogar y negociar los distintos trayectos con los “piratas” que se aprovechan de la situación, una madre que sufre cada vez que su hija pequeña es cacheada por la policía de fronteras y un abuelo que con cierta edad pierde a ratos la cabeza y que habiendo sido fabricante de calzado está obligado casi a ir descalzo. También desde la perspectiva de otros personajes como el padre que, sin dinero para pagar el pasaje en la barca, deja a su hijo en manos de una mujer anónima que a su vez lo abandona a llegar a su destino para evitar problemas legales. O la historia de Salah que viaja con sus cuatro hijos intentado cumplir la última voluntad de su mujer, muerta a causa de la guerra por no poder seguir el tratamiento contra el cáncer que padecía.
Aunque el drama de los refugiados es un tema sobre el que se puede hacer cierta demagogia desde un punto de vista político o ideológico, la autora no hace una reivindicación desde unas siglas políticas sino más bien desde un compromiso personal. Su estilo narrativo se cuida mucho de hacer apreciaciones partidistas y no necesita poner a juego la sensibilidad del público juvenil al que se dirige. El modo en el que el protagonista trata los obstáculos que su familia encuentra en el camino recuerda mucho a la película “La vida es bella” en la que el padre encarnado por Roberto Begnini hacía ver a su hijo que su estancia en el campo de concentración formaba parte de un juego de superación de pruebas. Además, la obra de Irene López Alonso viene acompañada de bellos dibujos de Juan Ramón Alonso que ilustran muy bien el viaje de los refugiados. Una pequeña obra literaria que resultará útil para que los jóvenes se hagan cargo de una realidad que no siempre llama a nuestras puertas.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa