EL CONDOTIERO

Después de doce años de éxito en su lucrativa carrera de falsificador de cuadros de grandes pintores de todas las épocas, el protagonista de esta novela del escritor francés Georges Perec (1938-l982) recibe de su promotor el encargo de falsificar el retrato de un capitán de mercenarios, titulado El condotiero, realizado por Antonello da Messina en 1475 y que se halla en el Museo del Louvre. La realización de esta tarea, en principio no más difícil que otras muchas similares que ha llevado a cabo con notable brillantez, desencadena en el falsario una serie de reacciones psicológicas que le inducen a tomar una decisión drástica como forma de poner fin a su trayectoria delictiva. La obra, escrita entre 1957 y 1960, fue rechazada por los editores en su momento y después el original permaneció perdido durante décadas hasta el año 2012, fecha de su publicación en Francia.
La acción se inicia cuando el falsificador, Gaspard Winckler, acaba de matar al hombre que le he proporcionado los medios y los encargos necesarios para mantenerlo sujeto al terreno del fraude pictórico. Después de muchos meses de sostener un auténtico duelo con el original que debe falsificar, se ve incapaz de hacerlo, no por carencias materiales o por falta de habilidad sino porque lo que realmente quiere hacer, no es una copia fiel al original, sino otro cuadro capaz de rivalizar con el del artista del siglo XV. El joven narrador novel que era entonces Perec, quien después llegaría a ser figura emblemática del grupo OuLiPo y de la literatura francesa, se introdujo en el interior de la mente del falsificador para plantear una serie de interrogantes existenciales sobre la propia identidad y su deseo de no volver a hacer trampas con los pinceles. De pronto, al proponerse la creación de su propia obra, y no una réplica de otra ajena comprende que el precio que pagaba a cambio del dinero que recibía y del lujo con que vivía era demasiado elevado. La trama se desarrolla en un clima tenso que refleja con notable fuerza la presión interior a la que está sometido Gaspard al percibir que en cierto sentido, él mismo se ha dejado convertir en “condotiero”, un mercenario de lo que también es una guerra aunque no se libre con armas. El estilo indirecto, predominante sobre todo en los primeros capítulos, muestra ya las características expresivas que luego prestarían personalidad propia a la producción literaria de Perec. Su estructura acumulativa, de frases cortas e intensas, muestra algunas vacilaciones propias de la inmadurez profesional del autor pero permite intuir ya sus posibilidades literarias y capacidad de profundizar en la intimidad del alma humana.

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