EL HOMBRE DE LAS MARIONETAS

En mayo de 2013, un hombre de unos sesenta años, sentado ante su ordenador en la habitación de su hotel de la isla de Gotland en Suecia, escribe una larga carta donde cuenta su vida, dirigida a una amiga hacia la que siente una afinidad especial. El escritor noruego Jostein Gaarder (Oslo, 1952) encarna en el protagonista de esta novela, El Hombre de las Marionetas, un profesor de instituto de Filosofía, el prototipo del hombre que vive en soledad. Hijo único, no conoció apenas a su padre, que nunca se casó con su madre ni apenas convivió con ella. Ya adulto, su matrimonio, sin hijos, duró muy poco y no contó con la compañía de familiares ni de amigos, salvo la de una marioneta de brazo que conserva desde la infancia y con quien conversa habitualmente. Al llegar a la mediana edad, recurrió entre los años 2001 y 2013 a asistir a unos doscientos entierros de personas desconocidas, que se anunciaban en esquelas de prensa, para participar del clima de familia que vivían los deudos del difunto durante los actos posteriores a la inhumación. Previamente se documentaba, vía internet, sobre la vida del fallecido para justificar su presencia al dar el pésame. El error cometido en una ocasión por ignorar un dato importante, le indujo a abandonar esta singular forma de buscar compañía a la vez que le llevó a conocer a la mujer a quien, en el presente, escribe para explicarle su conducta.
La obra, narrada en primera persona, articula el argumento a base de recordar los duelos a los que asiste su personaje principal y retroceder en el tiempo para evocar episodios de infancia y juventud, como su frustrado matrimonio y la amistad con Pelle, la descarada marioneta que lleva siempre consigo. En cada rememoración se intercalan abundantes referencias a los estudios de Filología Escandinava e Historia de las Ideas y de las Religiones que, tanto el protagonista como el propio Jostein Gaarder cursaron en la universidad de la capital de Noruega. Reflexiones filosóficas y religiosas, estas últimas de tono escéptico e interesantes informaciones sobre la etimología de ciertas palabras nórdicas, emparentadas con el sánscrito por su común origen indoeuropeo, animan un escenario de ambientación un tanto sombría. El sentimiento de la Naturaleza, tan presente siempre en la literatura nórdica, se acentúa aquí de forma acusada debido a que el protagonista en su juventud perteneció al movimiento hippie y vivió como tal una temporada. La técnica del flashback, utilizada de forma tan frecuente como hábil, enlaza y da cohesión a los fragmentos biográficos de un personaje que pone su imaginación al servicio de inventar distintos tipos de relaciones con personas ya fallecidas a las que nunca o pocas veces vio con vida. La búsqueda del sentido de la existencia y de la propia identidad, el amor, la muerte y del lugar que corresponde ocupar en el mundo a cada ser humano, forman un soporte de fondo amplio pero no demasiado consistente a las aventuras de este peculiar protagonista. Un hombre extraño que alimentaba su necesidad de existir presenciando un dolor ajeno, al que era inmune, dadas las circunstancias. La obra, bien elaborada en sus aspectos formales, técnicos y de estilo e impregnada de un fondo de humor negro no demasiado macabro, sorprende por su temática y se lee con facilidad.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa