EL LABERINTO DE LOS EXTRAVIADOS

Maalouf rastrea en este libro la historia de las grandes potencias para demostrar cómo funciona el imperialismo y la dinámica de los siglos. Parte de Japón y la era de los Meiji; aborda China y Rusia y analiza el sangrante e hipócrita papel desempeñado por los americanos. Se esté o no de acuerdo en muchas de sus afirmaciones, la panorámica que aporta tiene sentido y da que pensar.
La lección es bien sencilla: el problema de los intereses imperialistas es lo que nos viene enseñando la historia desde Heródoto en adelante: el poder corrompe y envanece; quien comienza teniendo idea de construir un imperio mundial acaba siendo presa de su presuntuosidad -Malouf habla aquí de arrogancia- y todo el proyecto culmina en el desastre. Eso es lo que ha pasado en Japón y lo que seguramente esté pasando hoy en Estados Unidos.
Estamos ante un libro que no es optimista. Se trata de una suerte de tratado de geoestrategia que, al tiempo, ofrece una peculiar filosofía de la historia. Lo que vivimos y lo que se avecina está lleno de incertidumbre, indica Malouf, y su intención es señalarlo con el fin de que nos desmoronemos. Guerras, armamentos, tecnologías desbocadas, populismos… hay una serie de factores que indican que estamos en el final de algo. Ahora bien, el autor no considera que existan alternativas a Occidente y esta es uno de los mensajes más importantes del libro: aunque se hable de que el quicio del mundo se está desplazando hacia Rusia o China, no es verdad. Porque esas regiones están en el mismo barco, capeando ineficazmente la decadencia como nosotros.
La lectura no es muy halagüeña. Y no es que Malouf crea que estamos atravesando la etapa de la historia más peligrosa, sino que percibe la incapacidad de Occidente por salvarnos del laberinto. En resumen: si Occidente pudo afrontar victoriosamente la lucha contra sus enemigos, hoy se desbanca por su propia dinámica suicida.

TROA