EL LIBRO DE LAS COSAS PERDIDAS

El nombre de John Connolly (Dublín, 1968) está ligado a Charlie Parker, protagonista de sus originales novelas policiacas. Esta novela, sin embargo, no tiene nada da que ver con lo que ha escrito hasta ahora. Connoly realiza un experimento narrativo para escribir sobre el territorio de la infancia en el que recupera los principales cuentos clásicos de un manera muy personal; como escribe el propio autor en el prólogo, “se trata de un libro sobre la infancia y sobre el recuerdo de la tristeza, pero con una sensibilidad adulta detrás”.
David es un niño muy pequeño, enamorado de su madre que está gravemente enferma. Por su cuenta, ha desarrollado un conjunto de normas -repetición exacta de gestos, número de golpes, etc.- en los que tiene fe absoluta en que si los realiza con exactitud lograrán que se cure su madre. La madre es una buena mujer que ha transmitido a David la pasión por la lectura y le ha ido leyendo y contando las mejores historias para niños. Como todo niño, David vive estas historias de manera apasionada, sin apreciar muchas diferencias entre el mundo real y el fantástico de estas lecturas. Pero la madre no consigue superar la enfermedad y fallece.
Tiempo después, el padre vuelve a casarse y como estamos en plena guerra mundial y los bombardeos alemanes son frecuente, se trasladan a vivir al campo, a la casa de la madrastra. En su nuevo hogar, David, para superar una realidad que capta como agresiva por la pérdida de su madre y tener que compartir a su padre con la madrastra y un niño engendrado en el nuevo matrimonio, se encierra cada vez más en sí mismo y en los cuentos.
Una noche, un bombardero alemán cae derribado en el jardín de la casa y David, asustado, se refugia en un tronco de un árbol. Pero al meterse en él, se encuentra en un mundo distinto, el de sus cuentos. A partir de ese momento, los cuentos clásicos se van desarrollando con la participación de David como un personaje más, teniendo a la vez que resolver situaciones peligrosas, para las que se inspira en su conocimiento de los cuentos. Pero esos cuentos clásicos, sin embargo, funcionan de otra manera y nada responde a la idea que David y los lectores nos hemos hecho de ellos.
Estamos ante un libro radicalmente distinto a los escritos hasta ahora por este autor irlandés. Con muchas partes autobiográficas, el autor habla del poder y la fuerza defensiva de la lectura que puede tener en situaciones extremas, donde la imaginación puede defendernos de una realidad agresiva.

Alberto Portolés