EL LÍDER QUE NO TENÍA CARGO

Tommy Flinn, veterano vendedor de libros destinado por su empresa a una de sus librerías, charla con un joven empleado carente de iniciativa y sumergido en una rutina sin horizontes. Las conversaciones giran en torno al modo de afrontar el trabajo que, llevado a cabo con alegría y espíritu de superación, no solo favorece el desarrollo personal sino que también proporciona sustanciosos beneficios económicos.
Cada uno de los personajes ficticios aludidos en las charlas aporta diversos puntos de vista sobre las experiencias derivadas de las relaciones con jefes, compañeros y clientes como factores que determinan el éxito o el fracaso en el ejercicio profesional. Flinn ejerce de maestro y expone con claridad los principios básicos a tener en cuenta para disfrutar con el trabajo, desempeñado con generosidad y rigor en el detalle; tarea que debería ser realizada con máximo respeto a los compañeros, sin actitudes desleales nacidas de la ambición y el deseo de ascender a costa de los demás. Al contrario, el viejo vendedor considera que el verdadero líder no necesita de cargos directivos para cumplir la misión de ayudar a la empresa a cumplir los objetivos propuestos. Para ello le basta con estimular, animar, buscar soluciones y fomentar la creatividad propia y de sus colaboradores. Aunque los consejos del imaginario Tommy se refieren al negocio de la librería, resultarán eficaces para el desempeño de cualquier tarea que implique el desarrollo de las cualidades intelectivas, comerciales o habilidades manuales de que están provistos los seres humanos.

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