EL ORO BLANCO

Edmund de Waal (Nottingham, 1967) ceramista y profesor de cerámica en la Universidad de Westminster, presenta en El oro blanco una historia de la porcelana, estructurada a través del recorrido realizado por él a varios lugares famosos por la calidad de la elaboración de este material a través de los mil años que se ha utilizado con fines comerciales. En primer lugar, visitó Jingdezhen, localidad de China que fue durante siglos el centro de producción de porcelana dada su cercanía al monte Kao-ling, donde se encontraba gran cantidad de arcilla de un blanco purísimo, elemento imprescindible para la composición de la porcelana que por su procedencia se llamó en Europa “caolín”. Después, se trasladó a Versalles y a continuación a Dresde y Meissen, lugares, estos dos últimos, convertidos en el eje de la afamada “porcelana de Sajonia”. El viaje prosigue hasta Inglaterra, centrándose en Plymouth y Cornualles para finalizar en Baviera.
La obra, extensa y bien documentada, pone de relieve que el llamado “oro blanco” elaborado a base de tierra, fuego e inspiración artística, fue por su fragilidad y belleza objeto de admiración y deseo por parte de los poderosos del mundo, desde emperadores chinos a reyes europeos y coleccionistas adinerados. El autor combina las referencias técnicas, respecto a los diversos tipos de porcelana en cada país y época, con la descripción del correspondiente entorno histórico y social en el que se produjeron. Se incluyen también referencias sobre la dimensión humana de artesanos y artistas que fueron introduciendo innovaciones en el diseño y decoración de las piezas, tanto de adorno como de menaje. Su condición de experto en la materia se suma a sus cualidades de escritor para prestar a este interesante tratado de historia el tono ameno de una crónica divulgativa. Desde las primeras noticias sobre la porcelana, llegadas a Venecia gracias a Marco Polo, hasta la producción minimalista del propio de Waal, el lector recorre en estas páginas un largo y a veces intrincado camino de amor al arte, investigaciones científicas y ambiciones económicas. Entre la manera de trabajar de los artesanos chinos de hace cinco siglos y la producción industrial inglesa, iniciada en el siglo XIX por Josiah Wedgwood, hay una gran distancia que en estas páginas aparece como una gran aventura creativa donde han intervenido multitud de seres humanos, en su mayoría modestos y anónimos artesanos.

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