EL SUEÑO DE LA ALDEA DING

Una pobre aldea china constituye el escenario donde se sitúa esta trágica novela, basada en un hecho real. Durante la década de 1990, las autoridades del Estado comunista decretaron que cada alcalde debía conseguir que los habitantes de su demarcación vendieran unas muy elevadas dosis de sangre, en aras de la prosperidad y progreso de la nación. Poco después de iniciada la campaña, los vecinos de la aldea Ding empezaron a enfermar y a morir, pese a que la venta de sangre les había proporcionado el acceso a ciertos lujos y comodidades.
La obra describe la prolongada y lenta agonía de los aldeanos y la deshumanizada conducta de uno de ellos, que fue quien más beneficio obtuvo de la venta de sangre. Su falta de higiene al efectuar las extracciones, determinó que muchos de los campesinos se contagiaran de SIDA, y murieran en poco tiempo, no sin antes transmitirlo a sus familiares, ancianos, mujeres y niños. La acción despliega el amplio panorama de dolor, miedo, frustración y rencor, que se produce en el pueblo, y las represalias tomadas contra el responsable de haberles infectado a todos, que culminan con el envenenamiento de su único hijo varón, de doce años. El autor perfila de modo magistral la ambientación, en un entorno agrícola muy humilde, y los caracteres de los personajes, ignorantes, asustados por la presión de los representantes del gobierno y dispuestos a vender su salud a cambio de prosperidad material. La trágica historia de la muerte simultánea de sus ilusiones y de ellos mismos, está narrada con una técnica realista, a veces hiperrealista, y una forma estilística de gran calidad literaria, que atenúa la tremenda dureza del desarrollo argumental. La figura de un anciano, el hombre más culto y digno del pueblo, se alza solitaria sobre un mundo de dolor, egoísmo, abusos de poder y muerte con singular fuerza novelística. La descripción de costumbres y modos de ser y pensar propios un medio rural poco evolucionado, ponen también ciertas notas de color en un panorama sombrío y desolador donde el fatalismo convive con la ausencia de apoyos espirituales.

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