EL TESORO DE JUAN MORALES

Juan Morales, un pingajo cojo y tuerto acogido en una pensión de su pueblo gaditano, se decide a desenterrar un tesoro escondido en la finca que heredó de sus padres y por el que su propio hijo se le enfrentó y terminó pegándole un tiro en la pierna izquierda. A lo largo de la novela, le irán asaltando no pocas contradicciones, de modo que, cuanto más cerca está de hallar su fortuna, un suceso inesperado le aleja de su sueño y le devuelve al punto de partida. Mientras tanto, Antonio Hernández aprovecha los reveses del protagonista para dar forma a la trama, de tintes cervantinos, enmarcada en el Cádiz del interior y provinciano de los años cincuenta y sesenta. El tesoro de Juan Morales muestra, en cada capítulo, a un personaje, arquetipos con pretendido carácter universal: el hijo bastardo del rico del pueblo, el hombre de negocios avaro y diplomático, el adolescente pícaro, famoso por sus travesuras; la cocinera de la taberna, el agente de la Guardia Civil violento y autoritario, el republicano que sale de la cárcel, el homosexual del pueblo…
Quizá algo deslavazados del hilo conductor, los episodios divierten al lector por lo absurdo: Juan Morales es el antihéroe que satiriza el microcosmos de un pueblo de la sierra de Cádiz. El autor, con una prosa barroca que da el tono burlesco a la obra, humilla a los personajes y les saca sin reparo sus defectos más espinosos en ambientes en ocasiones sórdidos, decadentes y desagradables. Hernández ofrece una novela satírica y costumbrista de la España franquista.

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