EL VENECIANO

Blas Malo, gran aficionado del Imperio Bizantino y la Edad Media, ha ambientado sus novelas en torno a hechos históricos de las diferentes épocas. El veneciano es la quinta novela que surge en su imaginación una vez adentrado en los escritos de John Julio Cooper sobre el Imperio Romano de Oriente, el destino de Constantinopla y las ambiciones de Venecia.
En la Semana Santa de 1797 la Serenísima República de Venecia, a orillas del mar Adriático y dueña de su independencia desde el siglo IX, ve peligrar sus dominios y su neutralidad ante la ola imparable de los franceses que bajo el mando de Napoleón Bonaparte está arrasando Europa; aunque es el despotismo y la corrupción del gobierno veneciano lo que con su torpeza está facilitando la ambición de Francia. Habiendo sido una de las principales potencias económicas del mundo y con unos gobiernos de oligarcas notablemente estables durante casi un milenio, ahora está en una abierta decadencia política, financiera y moral.
En un movimiento desesperado el Dogo, Ludovico Manin, convoca al Consejo para intentar evitar el desastre. No todos están de acuerdo con las decisiones tomadas y al terminar, Tortelli, uno de los tres inquisidores y personaje de gran influencia, es asesinado en su biblioteca, aunque el gobierno sostiene que ha sido una muerte natural. Para ocupar su lugar el mismo Dogo decide elegir a Marco Lascaris, un honrado mercader de sal perteneciente a una antigua familia de patricios y leal a Venecia. Pero lo que en otro tiempo pudiera haber sido para Marco un gran honor, ahora se le presenta como un hecho cargado de sospechas. No tardará en descubrir que su elección no ha sido más que una maniobra con la que tanto él como toda su familia se verán en serios peligros.
Blas Malo intenta exponer la realidad de una época en la que una aristocracia empobrecida dependiente de las distintas concesiones públicas, siempre bajo sospecha, conspiradora, fácil de sobornar y rodeada de falsedades, hacían de la República un lugar inhabitable para los propios venecianos que cotidianamente veían cómo el carnaval con sus mascaradas y las festividades públicas se sucedían a lo largo de todo el año casi sin descanso mientras la ciudad se empobrecía.

Encarnita Herraiz