ENSAYOS

No era muy conocido el hecho de que Francis Bacon se hubiera dedicado y afanado por dar al mundo una obra de tintes más bien literarios. Pero tras la lectura de esta hermosa recopilación uno se da cuenta de que posiblemente de aquí arranca la tradición del ensayo filosófico inglés, un género en el que después han sobresalido figuras como Russell, sin ir más lejos. Conocido por su carrera política y su propuesta filosófica radical, que hiende, como si fuera un cuchillo, la continuidad del aristotelismo, especialmente, al parecer este polímata que fue Bacon se inspiró en Montaigne para ir recopilando, noche a noche, sus pensamientos en forma de breves capítulos sobre temas diversos, desde los más abstrusos hasta los más peregrinos.
En estos ensayos, Bacon apuesta sobre todo por la calidad estética y se nota. En esto hay que agradecer la maravillosa traducción que se nos ofrece. Por otro lado, en cuanto a los asuntos que trata, recuerda un poco al francés. Hay menos referencias bibliográficas y menos erudición, pero destaca la brillantez de las argumentaciones y la limpidez de su intelecto. Asimismo, es muy creativo porque presenta lo que uno tiene más a la mano con perspectivas siempre nuevas y ocurrentes.
La muerte, la verdad, el amor, la familia o temas de índole más moral, como la ambición, así como las costumbres… estas son algunas de las cuestiones que aborda. Late en todo el tratamiento de las mismas una sana e increíble modernidad: quien abra estas páginas debe saber que estamos ante un intelectual que ama la ciencia y que desea sobre todo averiguar el camino que conduce a los razonamientos correctos. Si se recuerdan sus opiniones sobre las diversas constelaciones de ídolos que adulteran nuestra percepción de lo real, se entenderá por qué cabe decir que este ensayo constituye un golpe de aire fresco en nuestro ideologizado ambiente.
La lectura es exigente y dirigida a personas de amplia cultura e intereses eruditos.

TROA