ESCENAS DE CINE MUDO

El autor residió durante los doce primeros años de su vida en un pequeño pueblo minero de León ya desaparecido, en el que su padre ejercía como maestro. Una serie de fotografías de aquella época le dan pie para comentar pasajes de su infancia sugeridos por esas imágenes, como si se tratase de escenas de cine mudo necesitadas de alguien que explique su sentido a los espectadores. Sobre un fondo claramente autobiográfico, Llamazares ha elaborado una construcción narrativa, incorporando numerosos elementos de carácter novelístico. Aunque no hay diálogos y cada capítulo es independiente, el conjunto se lee como una historia única, con un protagonista-narrador individual y un protagonista colectivo, el latido vital de una pequeña comunidad de campesinos y mineros, cuyas únicas distracciones son el cine y el baile durante las fiestas, hasta la llegada de la televisión. La trama argumental, que se percibe por vía indirecta a través de recuerdos infantiles, es bastante consistente, y las descripciones ambientales tienen aliento poético, impregnado de nostalgia. El trazado psicológico de los personajes, apenas entrevistos en una aparición fugaz, está dotado de vigorosa expresividad, y el estilo, sencillo como el habla de un niño, resulta de fácil lectura.
El autor evita caer en el sentimentalismo, pero su postura encierra una evidente denuncia crítica de las condiciones de vida a que estaban sometidos sus convecinos de entonces, con un claro trasfondo de rechazo al sistema político del régimen del General Franco.

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