ESCUCHA LA CANCIÓN DEL VIENTO Y PINBALL 1973

Integran el volumen titulado Escucha la canción del viento dos novelas cortas, la segunda continuación de la anterior, que fueron publicadas respectivamente en 1979 y 1980. Como Haruki Murakami (Kioto, 1949) explica en el prólogo, ambas forman parte de los inicios de su carrera como novelista y fueron escritas en la mesa de la cocina del bar que en aquella época era su medio de vida. Los dos relatos muestran un fiel reflejo de las inquietudes de los jóvenes japoneses de su generación, ya que en ellos aparecen muchos de los elementos que han constituido en años posteriores los ejes temáticos de su producción literaria.
Las dos narraciones, semejantes de forma y contenido, cuentan con un personaje central, el relator, un joven veinteañero, su amigo, apodado Rata y un chino, dueño del bar donde se reúnen. La acción se desarrolla en capítulos breves que sirven al escritor para recoger sus conversaciones con amigos o con alguna pareja accidental que en la segunda novela se duplica en dos hermanas gemelas idénticas. Inquietudes culturales, literarias, musicales sobre todo, reflejos de la etapa estudiantil y comienzos de la actividad laboral en una agencia de traducción, que se amplían con reflexiones existenciales y recuerdos de infancia. Aspectos que forman en su conjunto un entramado significativo pese a su estructura fragmentaria y un tanto desordenada. La segunda narración, titulada “Pitball 1973”, supone un avance en cuanto a su elaboración novelística respecto a la anterior, con un tratamiento argumental más definido y unos personajes y situaciones mejor trabajados. El resultado es interesante para conocer, desde una perspectiva de más de tres décadas, la evolución creadora de uno de los escritores japoneses de finales del siglo XX más conocidos y valorados internacionalmente. Desazón e inestabilidad afectiva, soledad, aislamiento y un sentimiento poético de la naturaleza, conforman el contenido de estos relatos, de fondo autobiográfico, donde se hace evidente una total falta de horizontes espirituales y una identificación del amor con la práctica sexual, que no se hace explícita en detalle.

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