EXPO 58

La Exposición Universal celebrada en Bruselas de abril a noviembre 1958 sirve de marco al desarrollo al relato en el que Jonathan Coe (Birmingham, 1961) evoca la época de la Guerra Fría y el momento del despegue de la sociedad europea del Estado Bienestar, una vez superados los años de la posguerra y de la recuperación de los países implicados en ella.
El protagonista es un joven funcionario británico de rango medio al que sus jefes envían a Bélgica como miembro permanente de la exposición debido a que su madre había nacido en Lovaina. La acción refleja en profundidad el clima de tensión creado entre los pabellones de Estados Unidos y la Unión Soviética, así como las intervenciones de los servicios secretos ingleses. En superficie, pone de manifiesto el clima de diversión en que vivían aquellas excepcionales semanas los empleados, belgas y extranjeros, bien pagados y ajenos a complicaciones políticas. La obra destaca, desde el punto de vista literario, por la calidad de su realización, notable tanto desde el punto de vista de la técnica como de la estética. La ambientación, la estructura narrativa, el encadenamiento de las situaciones y el perfil de los personajes son elementos bien concebidos por separado y encajados con precisión, elementos que el estilo narrativo, directo, sobrio e impregnado de humor irónico, tiende a realzar. La trama resulta interesante por su multiplicidad de facetas que van desde la comedia de enredo al espionaje, pasando por el cuadro de costumbres. En un plano más íntimo, el autor trata la problemática del protagonista, quien desde su modesto empleo y de su casa en un suburbio también modesto de Londres, se ve súbitamente trasladado a un entorno mucho más atractivo, cosmopolita, brillante y dinámico donde resulta fácil hacer amistad con azafatas atractivas y dispuestas a aprovechar una coyuntura irrepetible. La crisis matrimonial que esta situación provoca, ya que no se ha previsto que a los funcionarios desplazados les acompañen sus cónyuges, queda bien resuelta en las páginas finales, con una convincente aunque melancólica renuncia a la tentación aventurera, en favor de la responsabilidad y el sentido del deber.

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