HOZUKI, LA LIBRERÍA DE MITSUKO

Hôzuki, la librería de Mitsuko, narra la historia de la dueña, una mujer joven que vive con su madre y su hijo, un niño de siete años, de rasgos eurasiáticos y sordomudo, en Nagoya, la cuarta ciudad más grande de Japón. A la tienda, especializada en obras de pensamiento, acude una dama muy elegante, más o menos de su misma edad, en torno a la treintena, acompañada de su hija, una niña de cuatro o cinco años. Mientras la clienta selecciona los libros que su marido le ha encargado, el hijo de Mitsuko y la pequeña se entretienen juntos y parecen entenderse muy bien, sin palabras. Así comienza una peculiar relación entre ambas madres y sus respectivos hijos, que tendrá un alcance sorprendente para el lector. Aki Shimazaki (Japón, 1954) es una escritora de origen japonés que vive en Canadá desde 1981 y en Montreal desde 1991 y utiliza en sus novelas la lengua francesa.
La obra contrasta la vida de las dos mujeres que coprotagonizan la acción, aunque esta queda focalizada desde la perspectiva de Mitsuko que actúa como narradora en primera persona. Hija única de padres divorciados, tuvo una infancia difícil, sobre todo durante el tiempo en que su madre permaneció en la cárcel, debido a que agredió por celos a otra mujer. Ya adulta, tuvo muchos amantes pero se negó a casarse por rechazo hacia el matrimonio e incluso abortó por el empeño del padre en casarse antes de que naciera la criatura. De carácter muy duro, totalmente ajena a cualquier principio moral o religioso, pese a que su madre se convirtió al catolicismo gracias al capellán de la cárcel, no duda en completar los menguados ingresos de la librería ejerciendo la prostitución de lujo durante los fines de semana, mientras finge en casa ir a buscar mercancía para la tienda. Sin embargo su hijo, que es adoptado, representa para ella, junto con los libros, una razón más que suficiente para seguir viviendo. La clienta de la tienda, casada con un diplomático, parece en cambio el reverso de ella, por ser rica, proceder de una familia tradicional y tener una hija encantadora, de pura raza nipona y sin ninguna minusvalía. No obstante, al relacionarse las dos mujeres de modo más íntimo, se descubre que también aquella “clienta ejemplar” había cometido errores graves en el pasado cuyas consecuencias todavía sigue pagando. La novela, relativamente breve pero intensa de contenido, está muy bien escrita, con un estilo sobrio de alta calidad expresiva y lenguaje delicadamente poético, dentro del tratamiento realista de la trama argumental. La psicología de los personajes, principales y secundarios queda reflejada con una elegante sutileza que atenúa la crudeza de algunas de las situaciones a las que se hace referencia, no descriptiva, aunque sí en términos muy claros. La autora después de trazar un panorama de soledad, ausencia de principios de conducta y angustia existencial, propone la generosidad que exige ser madre como vía de salir de este trágico panorama lo que de paso, implica cierto rechazo respecto al derecho al aborto. Mitsuko es feliz cuidando al niño aunque no sea su madre biológica y la que realmente sí lo es, renunciando a él para no turbar el apacible curso de su infancia.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa