HURACÁN

Huracán narra la vida de una serie de personajes que sin conocerse previamente entre sí coinciden en la isla de Cozumel, en la costa caribeña de la península de Yucatán (México). Sofía Segovia (Monterrey, 1965) encarna en un matrimonio norteamericano que trata de remediar su crisis conyugal con unas vacaciones y en otra pareja mexicana que quiere escapar por unos días de los llantos nocturnos y las rabietas diurnas de sus dos hijos todavía muy pequeños, la representación típica de los turistas con dinero. En cambio, el conserje del hotel donde todos ellos se alojan y un anciano que ha llevado una vida aventurera e infunde respeto por haber matado a un joven cuando formaba parte de una cuadrilla de bandidos, son el reverso triste y mísero de esta moneda con sus nulas expectativas de mejora de vida. Al paso del huracán, esperado desde varios días atrás, la mayoría de ellos experimentan cambios insospechables en su existencia.
La novela narra en paralelo cuatro subtramas, dedicando menor espacio a las que describen los problemas que afectan a las parejas de turistas. En cambio la historia de Aniceto Mora, el hijo que una familia pobre regala a un vecino por no poder mantenerlo, se convierte en el eje de todo el desarrollo argumental. Harto de pasar hambre y de que la familia a la que sus padres lo regalaron lo maltrate y le haga trabajar hasta la extenuación huye al continente y se habitúa a robar para sobrevivir. Después de matar al hijo de un propietario rural, vuelve a Cozumel donde se siente más a cubierto de las consecuencias de su delito. Por último el conserje del hotel, un hombre sencillo y amable en su trabajo, está conforme con su suerte y sólo le preocupa la llegada del huracán y sus consecuencias. La novela, cuya primera versión se publicó en 2010 con el título Noche de huracán, no logra fundir en una única trayectoria narrativa los distintos elementos que integran el tejido temático que sustenta la novela. La insulsa personalidad del rico norteamericano que ahoga en alcohol su fobia a los aviones y su tercer fracaso conyugal consecutivo, la dificultad de ser, día a día una madre perfecta, y los abusos sexuales a menores cometidos por sus propios padres en las familias indígenas pobres e ignorantes, son cuestiones muy dispares a los que la autora, por falta de experiencia y de recursos técnicos no ha logrado dar cohesión. Las vidas contadas son como relatos breves paralelos, narrados en capítulos alternados que guardan poca relación entre sí, salvo el hecho de contar con una localización geográfica común. Tanto las situaciones como el perfil de los personajes rozan el tópico sociológico y costumbrista y la sombra del melodrama se proyecta con frecuencia sobre estas páginas. El estilo, muy expresivo y suavemente teñido de color local en el léxico y en la estructura gramatical pone de relieve la capacidad de la autora para mantener la tención del lector a base de continuos diálogos, frecuentes cambios de escenario y abundantes apelaciones a sentimientos y emociones. Las descripciones de odio, violencia física y de maltrato a las mujeres así como la reiterada violación de las hijas por parte de los padres, aunque se describen brevemente, envuelven a la novela en un clima de degradación humana que resulta ingrato por su negatividad y amargura.

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