IMPERIOS DIGITALES

Cuando se habla de Internet y las nuevas tecnologías, a veces se pasa por alto uno de los principales inconvenientes: la concentración del poder. Al final, las tecnológicas son no solo grandes empresas, sino casi mini Estados que convierten a los usuarios en súbditos. Como indica el autor de este ensayo, estos gigantes controlan e influyen en las decisiones de los consumidores, pero sería erróneo pensar que su interés es exclusivamente económico. Ejercen también una influencia política. De otro modo, no se entendería la importancia que los países conceden a la regulación. Entre otras cosas, la forma en que se accede y los mecanismo de control y vigilancia hacen que lo que son empresas privadas determinen el espacio y la discusión pública, debilitando la formación democrática de la voluntad política. Y eso es peligroso.
El principal mérito de este libro es, precisamente, hablarnos de la amalgama de intereses y fines espurios en la que se ven envueltos tanto las tecnológicas como los gobiernos. Estos últimos han visto, en efecto, que su poder queda mermado, pero en lugar de rebelarse, lo que han hecho ha sido utilizar estrategias de unión con el fin de emplear los mecanismos tecnológicos para aumentar su poder. El caso de Rusia o de China es paradigmático: la primera, según se detalla, ha tenido bastante cuidado en condicionar los resultados electorales y la segunda utiliza servicios de mensajería para socavar el poder de sus enemigos en la esfera internacional. Pero es pueril pensar que esto es solo juego de potencias de corte totalitario: también Estados Unidos y otros países las emplean.
Sea como fuere, Bradford habla de la conformación de nuevos imperios, caracterizados sobre todo por la confluencia de poderosos poderes tecnológicos -la IA generativa-, búsqueda de lucro personal e intenciones de control político. Estos imperios hacen que caigan las categorías tradicionales y dejan inermes a los ciudadanos. Ahora bien, distingue entre tres estrategias: la radical China, la moderada de la UE y la intermedia de Estados Unidos. El libro está escrito muy bien y aunque puede resultar a veces demasiado alarmista, lo cierto es que pone de manifiesto un problema que no podemos dejar de lado.
No es menor otro logro de Bradford: aunque no es su intención, a la hora de examinar cómo la UE regula la IA, uno se da cuenta de la debilidad de nuestra situación y por qué se deben tomar medidas en muchos sentidos a fin de no perder influencia en el mundo.

TROA