IMPOSIBLE

Erri De Luca, nacido en Nápoles en 1950, está considerado como uno de los autores italianos más importantes de todos los tiempos. Es novelista, traductor y poeta. Militó en un grupo de extrema izquierda y se involucró activamente en el movimiento del 68. Estas vivencias, junto a su afición al alpinismo, le ha servido para dar vida al protagonista de Imposible, un militante de una organización política revolucionaria durante los años setenta del pasado siglo acusado de haber matado, despeñándolo por un barranco mientras hacía alpinismo, al delator del grupo político que, cuarenta años atrás, provocó la detención y encarcelamiento del resto de compañeros en las cárceles italianas durante décadas.
La novela es un diálogo entre el juez, que le cree culpable de homicidio, y el acusado, que sostiene que fue una casualidad que estuvieran haciendo la misma ruta alpina, ambos a unos cien metros de distancia, y que el hombre muerto cayó al barranco por un resbalón desafortunado. En los intervalos entre los interrogatorios, el acusado, desde su celda de aislamiento, escribe a la mujer con la que comparte su vida y a la que llama Amormío, contándole el contenido de los interrogatorios y los pensamientos que irremediablemente le llevan a ella.
El protagonista, del que no sabemos el nombre, se enfrenta de nuevo a una acusación. Pero ahora es viejo, tiene experiencia, está de vuelta de las cosas y sabe perfectamente lo que vale la vida y lo que supone la libertad. No está dispuesto a decir lo que el juez quiere oír. Su libertad interior vale mucho más que cualquier posibilidad de salir de las cuatro paredes que le mantienen aislado veintitrés horas al día.
De Luca emplea con gran habilidad e inteligencia los géneros teatral y epistolar manteniendo al lector como un espectador asombrado ante la dialéctica de los dos actores principales. Un asombro que no se desvanece al concluir la novela. Tanto la puesta en escena como el empleo del lenguaje son impecables.
El autor se adentra en el corazón humano, en sus intereses, que se manifiesta con los hechos. Ambos protagonistas se posicionan desde el principio. El diálogo puede llevar a un acercamiento, pero no de manera que arruine su ser más íntimo.

Encarnita Herraiz