JUSTICIA CIEGA

Con Justicia ciega Anne Perry vuelve a hacer entrega de una novela de intriga policial perteneciente a la serie centrada en William Monk y su esposa Hester, aunque en esta ocasión será su amigo Oliver Rathbone quien ostente casi todo el protagonismo. Abogado de prestigio en anteriores aventuras, su buen hacer le ha llevado a alcanzar el puesto de juez. A pesar de su rectitud para aplicar la ley, se verá inmerso en un juicio donde su imparcialidad será tentada para actuar según las reglas que exige el cumplimiento de la ley, o utilizar alguna práctica un tanto heterodoxa buscando el fin bueno de salvar al inocente y condenar al culpable. Queda patente que los métodos empleados en anteriores actuaciones por Rathbone, y que exigían del lector un cierto examen, siguen provocándole de alguna manera en su inteligencia para considerar entre el fin y los medios.
Siguiendo el esquema habitual la autora parte de un suceso aparentemente simple para llegar, a través de la investigación policial, a algo de mayor envergadura escondido tras lo inicialmente expuesto. Con unos personajes sencillos bien desenvueltos en el ambiente del Londres victoriano, a los que la autora atribuye fuertes sentimientos que procuran no exteriorizar siguiendo los modos sociales de la época, quizá un público actual eche en falta una actuación más pasional y evidente. Sin añadir nada nuevo a la temática y al esquema trazado en todas las novelas de la serie, en esta ocasión será la supuesta estafa de un predicador a los feligreses de su Iglesia Inconformista lo que motiva cuestiones judiciales, morales, etc., dando lugar a un drama tanto de ámbito social como personal con el agravante de hacer tambalear los cimientos de la dignidad y la fe de personas inocentes dispuestas al bien.

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