KAFKA

Si hay un biógrafo importante en el mundo contemporáneo, indudablemente ese es Safranski. Pero, a decir verdad, la publicación de esta biografía sobre Kafka llega tarde, casi a punto de concluir su aniversario y cuando la atención se dirige ahora a otros. Ha sido culpable de ello la tardanza en la traducción. Safranski es un biógrafo de las ideas y esta incursión en una vida tan corta y anodina como la del escritor checo es una de las mejores obras que han salido de su pluma. Y lo es por dos motivos: en primer lugar, es un especialista en dar contexto y su conocimiento de la cultura austro-húngara y alemana de la primera parte del siglo XX es sobresaliente. Hemos de tener en cuenta que Kafka escribía en alemán. Por otro lado, Safranski parte de la dualidad trágica del autor de El castillo, de modo que contrapone el mundo literario y el mundo real.
En efecto, la satisfacción y el gozo que sentía Kafka a la hora de pergeñar sus cuentos era inversamente proporcional a la angustia y desazón de su vida diaria. Ahí está uno de los monumentos más trágicos de la historia de la literatura: las cartas sobre su padre y su hostilidad, así como su carácter reservado y su dedicación al trabajo burocrático. Era por la noche cuando Kafka, tal y como revelan sus cartas y documentos, todos estudiados por Safranski, se dedicaba a escribir. Y entonces era feliz.
Si tiene razón Safranski, entonces solo se puede llegar a ver al auténtico Kafka a través de la página impresa. Según confesaba a su prometida, no es que hiciera literatura: “soy literatura”, indicó. Y eso explica Safranski no está en contradicción con la indicación que dio a su albacea, a quien le exigió quemar sus papeles. Porque Kafka no escribía para el público, sino para realizar su idiosincrasia.
Aunque la biografía es maravillosa y llena de literatura, puede ser un poco agobiante y obsesiva. En este sentido, es recomendable para los fanáticos de Kafka. Ofrece claves para entender sus misteriosas obras y cuentos, que tienen bastante de biográfico, pues expresan el absurdo que era la existencia a juicio del checo. Para quienes solo gusten de sus obras, bastará con ellas para entender a un hombre que fue poco feliz y que vivió para escribir.

TROA