LA GRAN CASA

La historia de un gran escritorio, de diecinueve cajones, como tema argumental de esta novela, narrada en primera persona por varios hombres y mujeres que utilizaron sucesivamente este mueble en su hogar. Londres, Nueva York y Jerusalén son las ciudades donde se sitúa primordialmente la acción, referida siempre a protagonistas pertenecientes al pueblo judío o muy afines a él.
La obra está estructurada a modo de narraciones cortas, independientes en su elaboración, pero unidas entre sí por la presencia del escritorio. El mueble se convierte, según los casos, en símbolo de amor a la escritura o en custodio de los secretos que todos los seres humanos guardan en el interior de sus compartimentos, materiales o mentales. Como telón de fondo de la trama aparece como idea constante, el recuerdo de las penalidades sufridas por los judíos centroeuropeos en las décadas de 1930 y 1940. La autora ha querido trazar un fresco social donde aparecen tipos humanos muy diferentes, que viven de formas totalmente distintas, pero que pertenecen todos a la Gran Casa, el Templo de Jerusalén. Aunque este ya no es solo el edificio monumental, pervive como símbolo de una estirpe y una voluntad de mantener vivo el recuerdo de unos determinados valores. La variedad de escenarios, el elevado número de personajes y el modo impreciso de desvelar los tenues hilos que interrelacionan las secuencias argumentales, son otros tantos obstáculos con los que tropieza el lector para asimilar la historia en su conjunto. La autora no logra articular un relato cohesionado sin fisuras y muestra demasiados puntos oscuros que disminuyen su interés. El uso exclusivo del estilo indirecto, sin apenas diálogo, produce impresión de monotonía. La ausencia de principios morales en la conducta de los personajes es evidente, unas veces de modo implícito y otras con detalles explícitos de índole sexual.

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