LA HORA DE DESPERTARNOS JUNTOS

Kirmen Uribe explora una época de la historia del País Vasco a través del rastro de una familia en La hora de despertarnos juntos. La novela rescata el título de un poema de Ezra Pound y su acción se desarrolla desde 1927 a 1979. Karmele Urresti vive en su Ondarroa natal cuando en 1936 es sorprendida por la guerra civil, mientras muchos vecinos huyen ella permanece curando a los heridos e intentando liberar a su padre encarcelado. Se exilia a Francia como parte de la embajada cultural vasca y allí conoce a su futuro marido, el trompetista Txomin Letamendi, un hombre idealista, defensor de las libertades y de la identidad del pueblo vasco. Forman un familia feliz y juntos recorren varios países de Europa. Cuando París es tomado por los nazis marchan a Venezuela donde Txomin es reclutado por el Lehendakari José Antonio Aguirre para sumarse a los servicios secretos vascos y realizar tareas de espionaje contra los nazis. A su regreso, ya en Barcelona, Letamendi es apresado y torturado en una cárcel franquista y fallece. Karmele vuelve a Venezuela dejando a sus hijos con sus abuelos y más tarde, un hijo de Txomin participa temporalmente en tareas de propaganda de ETA hasta que, desencantado, rompe con la banda armada y se afilia a un grupo de izquierda.
Uribe se inspira en el cuadro de Antonio Gezala "Noche de artistas en Ibaigane" que reproduce una velada de los años 20 en la que figura el trompetista Txomin Letamendi para ambientar su narración y sobre la base de un relato real añade toques de ficción con la prosa limpia y lírica que le caracteriza. La novela resulta muy interesante por la temática y el punto de vista adoptado ya que el autor rescata historias de la historia, no solo del pueblo vasco, sino también de España y Europa. A partir del diario de Manuel de Sota y vestigios familiares, recrea la trayectoria de Karmele y Txomin, cuajada de secuencias domésticas entrañables junto a difíciles aventuras. La narración pretende ser honesta sin bandazos maniqueos aunque afronta temas difíciles como el nacionalismo y el terrorismo y recoge algunas connotaciones controvertidas referidas al clero y a la Iglesia del momento. Uribe mira con respeto a las víctimas del lado que sean y muestra una reflexión acerca de la violencia, el diálogo y la convivencia. Su lectura, además de amenidad y calidad literaria, ofrece un rastro de esperanza.

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