LA MIRADA DEL ARTISTA

La comprensión de las obras de arte sigue reservada, en nuestros días, a una cierta élite intelectual. Nuestros programas de estudios carecen de una formación artística sólida que permita apreciar aspectos fundamentales como el manejo de la escala, la narrativa interna o la distribución del espacio. Si ésta, nuestra valoración de las obras que contemplamos depende exclusivamente de los sentimientos que nos provocan.
En este contexto, La mirada del artista, escrito por Lincoln Perry -afamado pintor de murales en Estados Unidos- se presenta como un intento de democratizar el acceso al arte, principalmente europeo. A lo largo de quince capítulos, el autor se adentra en los aspectos técnicos que todo artista -y, preferiblemente, cualquier observador- debería dominar. Para ilustrar sus explicaciones, utiliza reproducciones esquemáticas de las obras comentadas, que podemos comparar con los originales visitando su página web. En todo caso, quizás lo más ilustrativo sea la capacidad de Perry para comparar obras y artistas a título ejemplificativo.
El aspecto menos destacable de la obra es su carácter biográfico. La decisión de presentar el trabajo como una especie de memorias puede distraer al lector de la finalidad didáctica. Las experiencias personales de Perry -su pasado como hippie y su presente como ateo convencido- compiten en protagonismo con el contenido central. Por ejemplo se aventura con interpretaciones sexuales de ciertas obras que no parecen tener más base que su impresión personal.
A pesar de estos detalles, es inevitable coincidir con Perry en una conclusión fundamental: para disfrutar plenamente del arte, es necesario viajar y alejarse de la actitud superficial del turista interesado solo en capturar imágenes. La experiencia artística, como la vida misma, se valora con un espíritu aventurero y la compañía adecuada.

TROA