LA MONTAÑA DEL TESORO

Martí Gironell i Gamero (Besalú,1973). Licenciado en Filologia inglesa i periodismo. Ha trabajado en Catalunya Ràdio, TV3, colabora en prensa –El Punt Avui, Sapiens- i cuenta con unas 15 obras publicadas, algunas reconocidas con premios como el Néstor Luján el año 2008 con La venganza de un destino, el Ramon Llull el 2018 con La fuerza de un destino y el Prudenci Bertrana el 2022 con El fabricante de recuerdos.
En la novela que nos ocupa el título ciertamente ya es orientativo, hay un tesoro escondido en la montaña de Montserrat. ¿Qué será, dónde se encuentra, quién lo escondió y por qué? Los momentos son ciertamente complicados, se inicia la guerra civil en julio de 1936 y el monasterio si no hacen nada quedará requisado e incendiado por el comité revolucionario de Monistrol (que quiere limpiar la montaña de símbolos religiosos), seguramente lo quemarán y los monjes sufrirán bastante. Habría que buscar un recurso legal o que lo parezca para salvar las obras artísticas, los monjes y lo que se pueda. Los consejeros Puig i Ferrater, Ventura Gassol, el jefe de los Mossos d'Esquadra salvan Montserrat con la idea de que es propiedad del pueblo, además, instalarán el hospital de heridos de guerra y en las celdas se refugiará gente diversa. Cuando suben los del comité quedan desarmados con esta idea: “si es una montaña del pueblo, ¡no querréis quemarla, es de todos!” Los monjes se fueron a varios lugares, pero otros se quedaron como fray Cervera, fray Areso y un monaguillo de 12 años, Benet Nomdedéu, huérfano y criado en la escolanía del monasterio. Él es el protagonista de la novela. Como en la montaña suben a vivir cargos importantes como Gerhard (ahora comisario de Montserrat), Benet vivirá con esta familia. Sus juegos y excursiones por la montaña con otros niños son muy estimulantes, de hecho, les pasa casi todo, desde encontrar una víbora en la montaña o un ataúd abierto, a vuelta por caminos de Can Castells, Can Martorell, la colonia Puig, Sant Jeroni, las cuevas del Salnitre, subir al aéreo para ir a la escuela…
Muy curiosa es la presencia de los presidentes Companys, Manuel Azaña, el lehendakari Aguirre junto a otros consejeros que subían al monasterio o de la Bella Dorita y Emili Vendrell. Dado que el monasterio fue hospital de guerra no falta la figura del Dr. Trueta y su novedosa forma de salvar la vida de los soldados que habían sufrido los efectos de la metralla y evitaba la gangrena. Momento especialmente emotivo es cuando algunos de la escolanía interpretan el último Virolai ya en enero de 1939 cuando entran los nacionales en Montserrat.
Entramos en una inquietud constante a medida que avanza la guerra y la novela por diferentes cuestiones que plantea la obra, todas se desarrollan juntas y todas son diferentes: Benet es realmente huérfano (por el apellido lo intuimos) ¿quién lo puede saber del cierto? ¿por qué fray Cervera lleva la pierna de madera? Fray Areso hace unas reuniones muy extrañas, ¿que está tramando? ¿dónde está el manto de la Virgen? ¿Y la Moreneta dónde está? Todos estos enigmas se van resolviendo poco a poco, pero en los dos últimos capítulos el relato que hasta ahora estaba muy bien trabado, da un giro inesperado, sorprendente y satisfactorio.
El libro es de muy buen leer, dedicado a un público medianamente ilustrado, interesado por la cuestión de la guerra civil del bando republicano. Si los lectores conocen Montserrat y toda su montaña, fauna, flora, biblioteca, el monasterio… disfrutarán más, pero por otro lado se puede leer de forma agradable sin tanta documentación.

Se agradece la presencia del sumario con los 18 capítulos y la excelente bibliografía. Ya va siendo hora de que los escritores nos indiquen que antes de escribir sobre determinado tema se han documentado o han entrevistado a diferentes personas. La guerra no es un tema cualquiera, los cargos están muy bien citados y dibujados física y psicológicamente.
Decepciona un poco que cuando se distribuyen los monjes de Montserrat se dice hacia dónde van: extranjero, Barcelona, ??Esparreguera, masías… ¿pero y los 23 muertos fusilados por los comités? Aparecen muy tarde, es una reflexión personal.

Carme Solsona