LA PRINCESA Y LOS GUISANTES

Rosalinda, una niña encantadora y obediente, no consigue comerse los guisantes que su padre le prepara a pesar de que se esfuerza para encontrar las recetas más exquisitas. Al final su rechazo es tan fuerte que se hace necesario llamar al médico para saber lo qué le ocurre y éste diagnostica que se trata de un caso grave de alergia. Como es bonita, elegante, educada y no resiste la cercanía ni de un guisante, considera que, de acuerdo con el cuento tradicional, su paciente sufre un ataque de princesitis aguda y debe irse a vivir a un palacio real. El cuento narra la conversión de la protagonista en una aprendiza de princesa real, que al principio le parece algo muy agradable pero luego comienza a producirle cierta fatiga. Comer repollo frío, saludar durante horas, memorizar discursos y aprender a andar derecha con un libro en la cabeza, termina por parecerle peor que hartarse de guisantes. Además echa tanto de menos su casa que le gusta mucho y el cariño de su padre que se decide a tragarse los guisantes sin respirar, bien envueltos en salsa de tomate o incluso en chocolate. El cuento, escrito en verso con divertidos ripios en la rima, trata de forma humorística el rechazo, frecuente en los niños, hacia las verduras, enseña que se trata de un prejuicio que conviene superar y señala que hay cosas mucho peores que una alimentación sana.

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