LA VIDA VALE LA PENA, YA VERAS

Después del éxito que obtuvo con su primera novela La gente feliz lee y bebe café, la joven escritora francesa Agnès Martin-Lugand decide continuar la historia de Diane en La vida vale la pena, ya verás.
Recuperada de la muerte de su marido y su hija, la protagonista decide dar carpetazo a su incipiente historia de amor en Irlanda con el enigmático Edward, fotógrafo de profesión. Su vuelta a París pasa por hacerse cargo de nuevo de su café literario con la ayuda de su amigo Félix y por consolidar una nueva relación que parece tener futuro con Olivier, un amable fisioterapeuta del que ha quedado prendada desde el momento en que se cruzan sus miradas.
Los acontecimientos parecen seguir su curso normal hasta que Edward aparece inesperadamente en París para exponer un trabajo y se cruza con Diane. Este encuentro hace crecer en ella el sentimiento de culpabilidad por no haberse despedido de Abby y Jack, tíos carnales y padres adoptivos de Edward y su hermana Judith, para los que Diane había llegado a ser como una hija en su retiro irlandés. La salud de Abby no es buena y después de una conversación telefónica, Diane decide regresar para estar con ella unos días. Cree estar segura de que su relación con Oliver no va a verse afectada por el viaje pero desde el momento en que pone un pie en la isla comienza a tener sensaciones extrañas, especialmente cuando se entera de que Edward tiene un hijo de cinco años de cuya existencia ella no sabía nada.
Martin-Lugand continua la trama romántica que proponía en la primera parte de la novela. En una primera instancia se basa en la determinación de la protagonista por reconstruir su vida apoyada en dos pilares: profesionalmente poniéndose a los mandos del café literario que había puesto en marcha con su difunto marido y sentimentalmente abriendo el corazón a la posibilidad de consolidar una nueva relación. Y en una segunda parte todo gira en torno a la pugna interior que mantiene la protagonista para decidir si se deja llevar por las emociones y sentimientos del pasado o si se mantiene fiel a sus compromiso actual.
De nuevo, el estilo de Martin-Lugand se articula a través de una prosa ágil, quizá demasiado acelerada, con la que no llega sino a bocetar apenas los personajes de una manera un tanto superficial: el amigo homosexual un poco loco e informal, una nueva pareja seria y amable y un antiguo amante enigmático con el que la protagonista mantiene una tensión sexual no resuelta, un recurso que la autora sabe gestionar bien a lo largo de la historia y que en gran medida es la clave del éxito de sus novelas, especialmente entre el público femenino.

Álvaro Lucas