LAS FLORES DE IRINA

Irina vive muy al norte en un mundo de nieve y renos y le gusta mucho pintar flores para poner un poco de color en su vida, que transcurre en un orfanato de la tundra siberiana. A los siete años, su carita redonda y sus ojos oblicuos atrajeron la mirada de una mujer rubia, llegada de muy lejos, que se la llevó a vivir a un lugar totalmente distinto a todo lo que había conocido. Al cabo de cierto tiempo, la añoranza de su tierra natal y el rechazo de algunas niñas, le hacen sentirse triste y extraña en su nueva vida. Su madre adoptiva decide hacer con ella un largo viaje por Siberia y dejar que sea ella quién decida dónde quiere vivir y a quien quiere pertenecer. La obra, escrita con estilo poético, narra una historia llena de fantasía que refleja la capacidad de soñar de Irina para iluminar de belleza y color el mundo de la estepa e imaginar la existencia de misteriosas sirenas bajo las heladas aguas árticas. Tras descripciones maravillosas, expresadas con delicados matices expresivos, aparece un fondo temático de carácter realista que trata las dificultades de la inserción de niños adoptados en países completamente distintos al suyo de origen. La autora muestra una postura comprensiva hacia ambas partes en conflicto, y propone una solución que parece eficaz, aunque supone un generoso esfuerzo por parte de la madre adoptiva.

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