LOS CREADORES

El lector de Stefan Zweig se encontrará en Los creadores el mejor Zweig. En este caso, los ocho pequeños ensayos que reúne el libro le permitirán descubrir la verdad que late bajo el éxito y contrastar la fama con la realidad de la vida. Y, como le es característico, con esa impronta que le lleva a interpretar, con el tamiz de su amplia cultura humanística, los hechos, las historias y a los protagonistas individuales en su época y su cultura.
El libro reúne siete textos sobre personajes relevantes de la cultura europea y uno final referido al carácter de un pueblo, el inglés. ¿Qué hilo les une? La sensibilidad de la mirada de Zweig para diseccionar qué sucede en la intimidad de los tocados por la fama, o bien, para desmontar los mitos que ha levantado la leyenda. Y esto lo logra con una mirada impresionista: fijarse en un aspecto parcial del personaje para enjuiciar su valor o dejar al aire sus contradicciones. Así, por ejemplo, la obra literaria de Lord Byron apenas interesa en la actualidad, frente al interés que despierta su vida; o cómo la voluntad de poder de Nietzsche de nada le sirve cuando, absolutamente demente, es cuidado por su piadosa madre, aunque se horrorice de sus escritos. Seguiríamos con la angustia vital de Proust, inmolado en el altar de la literatura; con la paradoja visionaria de un Tolstói derrotado en vida, pero alentador de movimientos como el pacifismo o el antiestatalismo. O también cómo va desmontando el mito literario de Beatrice Cenci para reducir su imagen a una mera lucha de ambiciones, tan renacentista como ella misma. Por último, la interesante observación sobre la serenidad del pueblo inglés, gracias a “la constante vinculación con la naturaleza, que transfiere invisiblemente a cada ser humano algo de su perfecta serenidad”.
Es superfluo insistir en la belleza del estilo literario. Elegante en la composición, con oraciones largas y bien trabadas, riqueza en las referencias culturales, deslumbrantes imágenes y precisión y riqueza de lenguaje.

Francisco Andrés