LOS MALOS DEL CUENTO

Personajes de cuentos tradicionales, como Caperucita, Cenicienta, Pulgarcito o de obras literarias clásicas, desde Drácula, Hamlet y Beowulf o figuras bíblicas o mitológicas encarnan en esta obra los rasgos que definen a distintos tipos de personas cuyas alteraciones de conducta resultan dañinas para quien esté en contacto con ellas.
La autora se propone demostrar que vampiros, monstruos, madrastras perversas y ogros existen en la realidad cotidiana y actúan igual que lo hacen las criaturas ficticias o históricas antes mencionadas. Con ese planteamiento, el ensayo se convierte en manual de autoayuda para afrontar situaciones donde interactúen individuos que pueden considerarse “tóxicos” para los demás. Dentro de unos términos de divulgación sencilla, la exposición distingue lo que puede haber de enfermizo en esa toxicidad y lo que no tiene cura clínica, por tratarse de pura y simple maldad. La combinación de referencias literarias con noticias extraídas de las crónicas negras de sucesos abona esta tesis que se sustenta en el concepto de libertad y responsabilidad ante la distinción entre el bien y el mal. En muchos aspectos, la autora acierta a señalar una problemática real y a recomendar actitudes adecuadas para solucionarla o, al menos, soslayarla. Sin embargo, en el fondo, se aprecia que sus conocimientos en el ámbito de la psicología no están avalados por una formación profesional y, por ello, su modo de interpretar ciertos ejemplos, sobre todo los bíblicos, es bastante discutible. Su visión de los temas tratados es lúcida aunque las tesis mantenidas resultan más interesantes como análisis de carácter literario que como orientación especializada.

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