LOS NIÑOS DE LEMÓNIZ

Primera novela de Estela Baz, nacida en Bilbao. Revisando su infancia, se encontró con vacíos en sus recuerdos que le provocaron la inquietud de querer saber qué pasó en esos primeros años de su vida en los que parecía reinar el silencio. Acudiendo a la prensa y los documentos de esa época se encontró con Lemóniz, lugar en el que se desarrolla la novela y donde los padres de la autora fueron testigos presenciales de los terribles atentados de la banda terrorista ETA en el País Vasco durante esos años conocidos como “años de plomo”.
Apoyándose en hechos reales bien documentados, Estela Baz pone el acento en el testimonio novelado de Ángela, una niña de pocos años, hija de uno de los ingenieros de la central nuclear que se estaba construyendo en Lemóniz por la empresa Iberduero desde comienzos de 1972. Desde el surgimiento del proyecto nuclear se formaron grupos ecologistas en el País Vasco que lucharon por su paralización. Pronto consiguieron un gran respaldo social, aunque sin éxito efectivo frente al apoyo a las nucleares de los principales partidos políticos una vez iniciada la democracia en España. Sin embargo, todo daría un giro cuando la banda terrorista ETA se aprovecha de la situación y comienza una dura etapa de terror atentando contra diversas instalaciones de Iberduero y sus trabajadores, instando al Gobierno a demoler la central nuclear.
La autora se centra en la mirada inocente de una niña que sólo quiere jugar con sus amigos e ir todas las mañanas a la ikastola de la mano de su madre. Sus padres son todo su mundo, y junto a ellos los otros matrimonios amigos con sus hijos. Todas las mañanas tienen que iniciar el día a la salida de casa con el juego de buscar duendes debajo del coche, también juegan a ir cada día con un coche distinto para ir a comprar a otros pueblos porque es divertido variar de tienda, otro juego es cambiar de recorrido de vuelta a casa, o decir palabras mágicas que solo ellos conocen cuando llaman a la puerta.
La novela quiere dar voz a los niños que tuvieron que vivir la dura realidad de esos acontecimientos y que les marcarían para toda la vida. Siendo víctimas inocentes que para algunos no fueron más que “daños colaterales”, crecieron con el sufrimiento escondido de sus padres para protegerlos y el silencio cómplice de quienes atenazados por el miedo no fueron capaces de defenderlos.
Con un lenguaje sencillo, bien construida, manejando bien los tiempos y una puesta en escena honesta, Estela Baz escribe una novela serena y emotiva en la que no deja espacio al rencor o la venganza, por el contrario, se inclina hacia el perdón y una paz perdurable.

Encarnita Herraiz