MAR BLANCO

El profesor de literatura italiana y poeta Claudio Giunta (Turín, 1971) localiza la acción de su primera novela en el archipiélago de las islas rusas de Solovkí, situadas en el mismo Mar Blanco que da título del relato.
El lugar, perdido entre las brumas heladas del Norte, antigua base y campo de castigo del Gulag, cobró especial relieve al ser declarado en 1992 Patrimonio de la Humanidad tanto por las ruinas del monasterio ortodoxo del s. XV como en atención al estado natural de sus lagos, bosques y costas. Sobre este marco real, Claudio Giunta desarrolla una trama de misterio e intriga protagonizada por Alessandro Capace, periodista autónomo interesado en investigar la desaparición de tres jóvenes italianos llegados a las islas para colaborar en las obras de restauración del monasterio. Enrico, Francesco y Fabio, compañeros de estudios y amigos desde la adolescencia viajaron como voluntarios a Solovkí atraídos por el exótico ambiente de la isla y dispuestos a colaborar en las tareas de recuperar los restos de la arquitectura y el arte del convento. Alessandro Capace, acompañado de Julia, una bella traductora de ruso y antiguo amor de juventud, desembarca en la isla, siguiendo el rastro de los italianos desde su llegada hasta los últimos días, en vísperas de regresar a su país. Visitan el edificio donde se hospedaban los voluntarios, procedentes de diversos lugares de Europa, hablan con las personas que los trataron y entrevistan al abad del monasterio, que les muestra las obras realizadas y los centenares de iconos acumulados por los religiosos a través de los siglos. El clima hostil, ya a las puertas del invierno, convierte la estancia en una dura lucha contra los elementos, rodeados, el periodista y su acompañante, de parajes oscuros, tierras pantanosas y caminos accidentados donde cualquier emboscada era posible. De forma inesperada llega a manos de Alessandro el diario en el que Enrico, líder del grupo, escribe sobre algunos de los episodios más significativos de su estancia. Anotaciones minuciosas sobre incidentes violentos, graves amenazas de los lugareños y sospechas sobre la corrupción del Abad, considerado responsable de la venta fraudulenta de los más preciados iconos. Finalizadas las pesquisas y de regreso a Italia, el periodista logra un gran éxito con sus crónicas, aunque fracase en el propósito aclarar el destino final de los jóvenes desaparecidos. Claudio Giuna logra transmitir con estilo sobrio y cuidada prosa, el ambiente sórdido de las Solovkí, donde perviven restos del antiguo régimen soviético y personajes del pasado que han logrado mantener su dominio sobre una población resignada a su suerte. Separado de su mujer, vive en pareja con su colaboradora Julia y se muestra expresamente partidario de una vida sentimental sin compromisos de índole familiar, y al margen de cualquier norma objetiva de una moral social que se considera caduca.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa