ME LLAMO LUCAS Y NO SOY PERRO

Novela corta protagonizada y narrada en primera persona por un perro de raza labrador. Adquirido en un criadero por un matrimonio con dos hijos, el animal se considera como otro niño más, hijo de la dueña de la casa que lo trata con mucho cariño, a diferencia de su marido y de una empleada doméstica. Un día en que estos dos últimos estaban solos en casa, ambos suben al perro al coche del amo y lo abandonan en una gasolinera, diciendo luego que se había escapado.
La acción se centra en las amargas experiencias del protagonista que pasa de sentirse un niño mimado a ser tratado como un perro callejero, sucio y hambriento. Escrita como un relato de aventuras, en ella se recoge, con humor teñido de tristeza, una amplia gama de sentimientos humanos atribuidos a una mente ingenua e inocente que sabe de cariño y ternura pero también de crueldad y violencia y que trata de recuperar un mundo perdido, evocado con continua nostalgia. La acción está técnicamente bien resuelta y el estilo, sin ser brillante, resulta correcto. Sin embargo, el personaje central no queda bien perfilado en su doble dimensión canina y racional, de modo que la trama se aproxima en ciertos momentos al melodrama. El dramatismo de la escena final, cuando, viejo ya, Lucas regresa a su antiguo hogar encontrándolo muy distinto a lo que fue, pone una nota de duro realismo que rompe bruscamente un tratamiento narrativo caracterizado por una cierta ternura poética. Algunas alusiones a prácticas religiosas católicas, tratadas en tono irónico, resultan poco gratas para la sensibilidad de lectores que las compartan.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa