- Editorial: ALBA
- Año de edición: 2022
- Materia: Narrativa clásica
- ISBN: 978-84-9065-904-5
- Páginas: 264
- Encuadernación: Rústica
- Colección: Rara Avis
- Idioma: Español
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Richard Hull es el seudónimo de Richard Henry Sampson, nacido en Londres en 1896 y fallecido en la misma ciudad en 1973. En 1934 publicó su primera novela dentro del género de crimen y misterio con la que obtuvo un gran éxito y a la que seguirían otras. Mi propio asesino fue publicada en 1940.
El autor presta su nombre al narrador y protagonista en el papel de abogado londinense de clase media cuya vida de soltero monótona, austera y acomodaticia le permite vivir relativamente bien y obtener algunos ahorros por su trabajo. Uno de sus clientes, Alan Renwick, un joven atractivo e interesante para muchas mujeres a pesar de tener una belleza bastante común según el criterio del abogado, se presenta una noche en su casa para confesarle que ha matado a su criado accidentalmente tras propinarle un golpe por haberle intentado chantajear con unas cartas escritas por una de sus amantes. Sin demasiadas deliberaciones, Sampson decide acoger al hombre en su casa y esconderle hasta conseguir una vía de huida. Pero en el intervalo, al caer en la cuenta de que el egocéntrico Alan depende de él y de su silencio, ve la oportunidad de la venganza por cuantos desprecios le ha hecho por su aspecto y modo de vida que le lleva a disfrutar con la idea de moldear al joven a su antojo durante esos días que permanecerá en su casa, un deseo mucho más fuerte que el del mero encubrimiento. A ello se une el aliciente añadido de poder manejar a las dos mujeres que tontamente cayeron en las redes amorosas de Alan.
Richard Hull escribe una magnífica novela, no exenta de un cínico sentido del humor, en la que el papel de víctima y asesino se mueven en papeles que una y otra vez se intercambian. Buscando el crimen perfecto, los personajes se van moviendo en círculos concéntricos, trayectorias afectivas y psicológicas con las que el autor consigue implicar al lector captando su atención desde el principio de la trama.
Hacia el final de la novela el texto se vuelve autoconsciente, con un discurso autorreferencial hacia el autor cuando definitivamente presta su nombre al protagonista y da título a la posible novela que se escribirá con su historia.
Encarnita Herraiz
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